CAPITULO 28

49 8 0
                                    

Sophie.

Miro por la ventana lo nublado que se levantó el cielo. Me alisto para salir de la habitación, mis pantorrillas me duelen, siento mucho dolor en las piernas.

Pero ya es fin de semana y estamos a nada del concurso, el vestido me llegará mañana y espero que me entre exacto. Bajo a comer junto a Jacob.
Madison salió muy temprano, y Patrick igual. Pregunto por Jackson, se sabe que salió más temprano que todos.

Voy a mi habitación, le escribo a mi abuela preguntando si tiene la tarde libre, lo cual, como es de esperarse me dice que no.

Descanso un par de horas, me abrigo y salgo del internado.

Hace meses que no voy a ver a mi madre, las flores deben estar marchitadas. Me pregunto si papá fue a verla.

Me abrigo y salgo del internado. Voy hasta el taxi y el señor es muy amable al abrirme la puerta. Al bajar del taxi, de inmediato el frío llega a mi cuerpo, se me estremece que tengo que abrazarme a mí misma.

Tengo en mano las flores favoritas de mamá, y en mi bolso cargo una toalla para limpiar el polvo, el vigilante me saluda y recibo el saludo con una sonrisa.

—El cementerio es suyo, casi nadie ha venido —me comenta.

—Me imagino que el frío hizo que se quedarán en sus casas.

—Si —piensa— aunque un joven también entró. Pero eso fue hace rato, seguro ya salió y no me di cuenta— le resta importante.

—Nos vemos luego —.le sonrió amablemente.

Me despido. El señor de 60 años de canas y de gran peso, me conoce desde pequeña, hace años atrás venía con mi abuela sujetada de su mano y ella se hizo amiga de él. Es un señor amable, pero en su mayoría de tiempo se la pasa durmiendo.

También al salir me regalaba dulces, creo que lo hacía para que dejara de llorar.

Las hojas secas caen a mis pies, al dar pisadas suenan como se rompen. Y definitivamente no veo a nadie.

Algo que me alegra, porque así puedo sentirme libre y sola. Camino mirando las tumbas, muchas están descuidas.
Hasta que me detengo, enfrente tengo la tumba de mi madre, aún siento un dolor cuando leo el nombre, es como si una gran parte de mi perteneciera en este pedazo de tierra.

Limpio un pedazo y me siento sobre mis rodillas, cambio las rosas marchitadas y pongo las nuevas, es tonto que haga esto. Ella no puede olerlas pero se lo mucho que le encantaba y al menos quiero que su tumba se vea bonita como ella.

—Hola mami —susurro bajo.

«Mami» esa palabra duele mucho. Más cuando ya te acostumbras a no pronunciarlo seguido. Y solo ella, puede hacerme débil en tan solo un segundo.

—Es ridículo que te hable, se que no me oyes. Pero es aliviador hablarte, contarte de mis cosas —hago una pequeña pausa— Descubrí que eres mi diario, yo te cuento todo de mí y se que nadie lo sabrá. Porque estoy segura que soy la única que viene a verte, así que mi secreto se queda aquí.

Hay neblina a mi alrededor, tanta que no puedo ver las demás tumbas.

—Este año fue muy sorprendente, sabes que Jacob, mi mejor amigo ¿me confesó que le gustaba?, Seguro que no. Pero si, Emma me lo decía muchas veces pero no quería creerlo, supongo porque no quería que nuestra amistad se rompiera. Aunque él ahora ama a Madison, y eso me hace felíz.

Tomo aire.

—Conocí a alguien, pero sabes a que me refiero. No es un simple alguien que se olvida a los tres días, él es alguien que no puedo olvidar. Seguro que te caería mal al principio, si te digo que me hizo llorar querrás matarlo. Aunque hay momentos que las ganas no me faltan. ¿Sabes que es gracioso? Que él será mi pareja de baile, y se está esforzando mucho, aunque se queja mucho pero en el fondo sé que lo disfruta. Y tenemos cosas en común, su mamá también murió. ¿Es triste cierto? Aunque su padre está vivo, y ¡adivina qué! ¡Papá también lo está!

¿Ella sabrá que sangramos igual?©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora