Las intensas gotas chocaban con brusquedad en mi ventana. Eso no me ayudaba a consolar el sueño. Y no era normal que una niña de 12 años escuchara como sus padres discutían por toda la casa. Las pisadas de mamá que iba de la cocina hacia su habitación, pasaba muy cerca de mi habitación que casi y podía escuchar su exagerada conversación.
―Sabes muy bien que nadie te está obligando a quedarte con nosotras. ―mamá alzaba la voz en reproche hacia papá.
Papá en cambio le pedía no amablemente que bajará un poco su voz. Miraba al techo, mis manos cruzadas encima de mi pecho y con el ruido de la lluvia solo me aturdía.
Estas pláticas no agradables eran muy a menudo, se podría decir que eran mis "buenas noches"
Ellos me querían, solo que a veces no se daban cuenta que aún no me dormía por completo, supongo que en eso fallaron. Retiré las sabanas gruesas de mí encima y me dispuse a ponerme los zapatos de peluche, un regalo imprevisto de mi abuela.
Con cuidado abrí la puerta, sonó fuerte, como las puertas de película de terror en donde las víctimas están por escapar pero el ruido de la puerta les delata. Cerré mis ojos mientras el sonido se terminaba.
Caminé por los pasillos, paso lento pero firme, la habitación de mis padres estaba cerca de la sala. La casa de la playa era pequeña construida de madera, fue la idea de mi madre en venir para estas fechas, mi padre se enfadó porque su trabajo lo necesitaba. Ser un empresario era quitarle el tiempo.
Un fuerte rayo se escuchó, di un pequeño brinco y después seguí caminando, la habitación de mis padres estaba abierto, ¿debería oír su discusión? O ¿solo paso por su puerta para que sepan que aún estoy despierta?
Finalmente caminé hacia la puerta de madera. Pero justo cuando veía el rayo de la luz atravesando mi rostro, escuché pasos que venían hacia mí, me asusté. Ella estaba enfada y venia deprisa, me apegue a la pared, no respiré, si lo hacía podían escuchar mi acelerada respiración, no me vieron, mi madre se fue de frente y mi padre a su tras. « ¡Aún no he terminado. He dicho que vengas! », mi padre le pedía desesperado y con una voz molesta, así cuando unos de sus empleados hacían mal su trabajo y mi padre les gritaba por llamada, muy enojado.
Se fueron a la cocina, me quede en silencio un momento, pero me alerté cuando los gritos empezaron más fuerte. Las voces se podían oír hasta el mar, la gran vista de mi ventana. Enseguida corrí hacia ellos.
Observé desde la puerta como mi madre sostenía un cuchillo mientras mi padre le tenía presionada contra la mesa. Su mano de mi padre sujeta el brazo de mi madre con el que tenía el cuchillo, mientras su otra mano le hacía presión en su cuello. Me quede inmóvil desde la puerta, quería gritar pero no podía.
De inmediato empecé a llorar y cuando mis sollozos salieron, ellos se dieron cuenta de mi presencia.
― ¿papi?, ¿mami? ―les llamé con lágrimas en mis mejillas.
Mi madre soltó el cuchillo, y mi padre la soltó. Mamá se cogió la cabeza, se sentía culpable, y no tardó en llorar. Cuando caminó hacia mí, mi padre la detuvo, «yo me encargo», le dijo y ella asintió.
Él se acercó despacio, cuando se agachó a mi altura y me abrazo mis lágrimas dejaron de caer. Con su mano, la misma mano que utilizaba para agredir a mi madre, me acarició la mejilla. Me tomó de la mano y me llevó a mi habitación.
Pero de mi mente no salía la imagen que había visto, y me imaginé lo peor. Mi padre ahorcándola mientras mi madre le apuñalaba. ¿Acaso pensaron en mí?, yo soy su todo, ¿Qué grave había sido para que lleguen a eso?
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¿Ella sabrá que sangramos igual?©
Novela JuvenilSophie Steven una adolescente de 17 años con un pasado muy triste, intenta llevar una vida normal en su último año escolar, quiere dejar todo atrás, ella piensa que todo marcha bien y que ya el pasado no le persigue .Por otro lado , la llegada de Ja...