Fiel A Ti [BORRADOR TERMINADO]

Capítulo 23

PIERRE

Ah...
No sentía nada.
No sentía el dolor.
¿Estaba drogado?

Oía las voces de todos como sonidos sin sentido, no podía distinguir lo que decían, pero por los tonos de voz asumí que no era nada bueno, era como si estuviera escuchando un disco rallado.

No sé cuánto pasó hasta que todo comenzó a tomar más claridad. Los sonidos, las sensaciones ante el tacto, el dolor...
Estaba muy despierto, pero no podía abrir los ojos, no me podía mover y tampoco hablar.

Olive había llegado hace media hora, más o menos. Me dijo que tenía muy buenas noticias, pero que primero iría a hablar con mi doctor para preguntarle por mi estado antes de contármelas.

Tenía entendido que durante mi estado de inconsciencia, la pasé muy mal. Cosa que me parecía chistoso, por el hecho de que no me había dado ni cuenta. 

Ahora que estaba muy despierto, la idea de seguir inconsciente y no darme cuenta de nada, me parecía una idea perfecta.

Cobarde.

Me estaba matando pensar tanto, me estaba matando sentir.

Porque estás arruinado.

Olive decía que no era mi culpa, una y otra vez. Incontables veces.
Y yo lo sabía, sabía que no era mi culpa.

Sabes muy en el fondo que realmente es tu culpa.

Pero no entendía, ¿por qué yo?, ¿por qué ella?, ¿por qué ella a mí?

Ella.

Solo quería olvidar.
Olvidarlo todo.
Necesitaba olvidar.
Necesitaba... dejar de sentir.

Sabes lo que puedes hacer.

La impotencia era tanta, que había comenzado a llorar, a temblar, a respirar agitadamente. Entonces abrí los ojos, y no sé qué fue lo que sucedió exactamente por eso que unas enfermeras vinieron corriendo y me atajaron los brazos y las piernas para evitar que me moviera de más.

Ah...
Tenía un ataque.
Me encontraba gritando, estaba muy alterado.

Eres tan débil.

Y de repente, cuando menos quería que Olive me viera, convenientemente apareció en la habitación. Ella me miró preocupada, perpleja. Había comenzado a llorar también.

Es por tu culpa.

Se veía muy delgada, ya no tenía sus trenzas africanas, se había rapado por completo la cabeza. Me pregunté por qué lo había hecho, pero debía admitir que ese aspecto le sentaba muy bien, la verdad. Le preguntaría por qué, más tarde.

No deberías permitir que nadie más que yo te vea de esta manera.

—¡VETE!—le grité.

—Pierre, solo déjame...—intentó decir algo, pero se le quebró la voz cuando me vio negar varias veces con la cabeza.

—¡VETE, VETE, VETE!—seguí gritanto.

«Perdón Olive, perdón. Pero detesto que tengas que ver esto. No tienes idea de lo mucho que lo detesto. El que me veas así. Tan arruinado»

—Pierre, tranquilo, estás bien. Estás a salvo—me repetían las enfermeras.

Solo fui capaz de enfurecerme más, de llorar más fuerte.

—Vete, por favor... ¡VETE, OLIVE!—y ella solo se limitó a quedarse ahí, quieta, mirando al doctor mientras me inyectaba algo en el brazo. De a poco el líquido haciendo efecto en mi cuerpo, este adormeciéndose de pies a cabeza, hasta quedarme dormido y sumergirme en un profundo sueño.