14. Protección

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1 de octubre, 2064

Un nuevo día amaneció en el bosque que rodeaba el pueblo de Erén. Desde la tranquilidad de los pinos, se visualizó una mancha negra moverse entre las ramas. Khada trepaba por los árboles a una velocidad casi inhumana. Se había colocado mal la máscara por la prisa, por lo que no le estaba llegando el oxigeno suficiente a los pulmones. Comenzó a sentirse mareado y muy mal; estaba en shock, todavía no aceptaba el hecho de que tuviera que asesinar a su maestra para completar los requisitos de Corvus; pero aún así no dejó de correr ni de trepar.

Ya sabía su destino, ahora sí. Duró la noche anterior buscando entre el pueblo y el bosque el lugar donde estaría la maestra, y después de varios intentos, lo consiguió.

Una de las ramas donde se posó estaba húmeda, y cuando dejó caer todo su peso sobre ella, no aguantó ni un segundo y se quebró, haciendo que Khada cayera al vacío. Impactó contra la tierra, se golpeó el pecho y su máscara se desprendió, dejándole por fin respirar. Empezó a jadear para recuperar el aliento, luego se levantó a duras penas y se frotó los pectorales asimilando el ardido dolor que se presentaba. Luego de un rato dejó de sentir y tomó su máscara para seguir su camino. El destino no estaba muy lejos.

- Sólo tienes una oportunidad, Khada... -se dijo a sí mismo, jadeante. - No la desperdicies.

Dicho eso, sacó de sus ropas un frasco de vidrio casi vacío. Este contenía un líquido rojizo, luego derramó las últimas gotas en el filo de su daga. Aquel fluido no era nada más que su propia sangre, sólo que con un conjuro especial de parte de Corvus para que los sacrificios terminaran con éxito.

Nunca había fallado sus encargos, y quién sabe lo que pasaría si sucede...

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Cuando salió el sol, Zimbel y Russell emprendieron su viaje al templo. El encantador apresuró su paso cuando comenzaron a subir por una ligera pendiente. El santuario se veía no muy lejos. Russell de mientras, seguía muy de cerca a su compañero, y de vez en cuando se detenía para verificar que nadie más los estuviera siguiendo. Por fin llegaron y cuando Russell visualizó a Galena cuidando la entrada, su ceño se frunció inconforme. Zimbel lo tomó la mano y caminó para que se apresurara; ante el tacto, el luchador se tranquilizó. Se acercaron a las puertas, y justo en eso la mujer se levantó de su asiento y avanzó al centro del pasillo, bloqueando el paso.

- Él no puede entrar aquí. -dijo cruzándose de brazos.

Las demás chicas no estaban, parecía que sólo era ella.

- Galena, esto es urgente. -habló Zimbel sin soltar la mano del mayor.

- La maestra está canalizando. Es mi deber proteger el templo y a ella durante su ritual y no dejar que ninguna impureza entre. -Galena posó su azul mirada en Russell. Después, bajó la vista, y cuando se dio cuenta de que Zimbel tomaba su mano, se indignó. - Zimbel...

- Esto es urgente. -él frunció el entrecejo. - Tengo que hablar con Ventus.

- Pero...

- Por favor.

Galena tomó un bocado de aire y se quedó callada. No dijo nada, sólo asintió en automático, permitiéndole a Zimbel y a Russell pasar a su lado. Tardó un momento en reincorporarse, y cuando lo hizo, ellos ya habían entrado al templo. No hizo nada para detenerlos, sólo observó cómo se alejaban en silencio mientras una fría corriente la abrazaba por la espalda. Apretó los labios nerviosa y las manos le empezaron a sudar. El hormigueo detrás de sus orejas se hizo más presente y molesto, fue entonces cuando levantó su rostro hacia el cielo, y se quedó viendo cómo las nubes lentamente cubrían el sol.

Vehemente [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora