3. El Diablo

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Viernes 5 de septiembre, 11:50pm.

Inu Koi.

El barrio en el que se encontraba el departamento de Russell, el Barrio de las Faenas, era conocido por ser la vivienda de muchas personalidades emblemáticas en el mundo del entretenimiento y deporte. Don Pablo había vivido ahí durante su época dorada, ahora le tocaba a su hijo.

La mayoría de los pisos seguían con las luces encendidas, incluyendo el pasillo en donde pronto se distinguió una gran silueta caminar. Era Leone, se dirigía al departamento de Russell a la par que silbaba la melodía de Canelita, su canción favorita. En sus manos cargaba una caja de chocolates, chocolate blanco específicamente, pues sabía cuánto le gustaban a su compañero.

Subió las escaleras en silencio. Cuando llegó a la puerta, tocó suavemente y se recargó sobre el marco adoptando una pose coqueta, esperando a que Russell abriera, pero nadie respondió. Volvió a tocar más fuerte, y al tercer intento se desesperó. Sacó un redondel lleno de llaves y sostuvo la caja de dulces con su brazo mientras tomaba la llave pintada de rojo; metió la punta en la cerradura, abriendo la puerta en un movimiento lento pero a la vez firme.

Entró sin más y examinó todo el departamento; las luces permanecían encendidas, pero estaba claro que no había nadie. Dejó la caja sobre la mesa del comedor y entró a la habitación de Russell; esculcó la cama, sin éxito de encontrarlo. Chasqueó con la lengua y se acarició las sienes. Salió a la sala y revisó el baño al igual que el cuarto de lavandería. Totalmente confundido, sacó su celular e intentó marcarle. Llevó el aparato a su oreja, pero pasando los segundos, nadie contestó.

- Cabrón. -Leone maldijo chasqueando la lengua; colgó la llamada después de la cuarta vez en insistir y se recargó en el pretil que tenía detrás.

Apretó los labios intentando adivinar en dónde podría estar Russell. Sin tener una respuesta concreta, se cruzó de brazos y resopló pensativo. Luego de varios minutos analizando la situación, dio por hecho que había salido a dar un paseo nocturno o al súper como suele hacer los fines de semana.

Guardó los chocolates en el refrigerador y se encerró en la habitación como si estuviera en su casa. Iba a esperarlo, no perdía nada con hacerlo. Se acomodó entre las almohadas y encendió la televisión para distraerse. No obstante, las horas pasaron y Russell no llegaba, lo que inquietó a Leone...

.

Al día siguiente...

Sábado 6 de septiembre de 2064

10:38am

El sol casi estaba en su punto más alto, dándole luz a la capital, y haciendo reaccionar los sentidos de Leone. Despertó con una mueca de incomodidad; sus músculos estaba rígidos, había dormido mal. Parpadeó varias veces hasta acoplarse a la realidad y buscó a ciegas entre las sábanas con la esperanza de encontrar a Russell dormido, pero nada de eso ocurrió.

El luchador saltó de la cama y se estresó. Tomó su celular y volvió a marcar el número del pelirrojo, y al igual que las veces anteriores, no hubo respuesta.

No era común en Russell desaparecer así porque sí. Después de cinco minutos en la misma posición, Leone apretó el teléfono e indagó entre sus aplicaciones sin saber qué pensar. Al final sus ojos se iluminaron y decidió marcarle a quien seguramente sabría de su paradero.

Presionó con lentitud el número de su jefe a través de la pantalla. Cuando terminó, dudó un segundo si realmente quería llamarlo. Pensó que tal vez "El Jefe" estaría ocupado, o que no le respondería. Infló el pecho y soltó un suspiro pesado para armarse de valor. Marcó, pero después de varios tonos lo mandó al buzón. Resopló molesto y decidió marcar de nuevo, esta vez al segundo tono descolgaron la llamada.

Vehemente [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora