Erén, Gocedonia.
Sábado 13 de septiembre, 2064
11:42am
Al amanecer, Zimbel le pidió a Russell que lo acompañara, necesitaba pasar más tiempo con él para poner a prueba su confianza y asegurarse de que las palabras de su maestra estaban en lo cierto.
Ambos encaminaron su viaje a Erén, el pueblo que podía verse desde la colina de la casa. Zimbel no paraba de pensar en cosas negativas, le aterraba la idea de saber de qué cosas horribles sería capaz de hacer El Diablo. Tenía miedo, miedo y angustia. Ya hacía 4 años desde que comenzó su búsqueda; se estaba cansando, no iba a mantener la postura por más tiempo. Toda la presión, la culpa, lo atormentaba día y noche, a cualquier hora, en cualquier lugar. Miro de reojo a quien tenía al lado. Russell mantenía la mirada en alto, caminaba con un aire tranquilo. Observó las facciones del luchador con más detalle. Un brillo se hizo presente en sus azules ojos cuando analizó con atención la silueta de Russell, su frente, sus labios, todas sus facciones eran duras por naturaleza; su nariz ligeramente curveada hacía de su perfil muy varonil y fuerte, una digna apariencia para alguien que se dedica a romper huesos. No pudo evitar desviar su atención hacia sus brazos, su torso; la respiración de Zimbel se reguló notablemente, extrañándolo. Se sentía protegido con Russell a su lado, quizá por mera cuestión física.
Pero había algo más. No, no era sólo esa sensación de protección, sino algo más complejo que todavía no tenía una forma definida dentro de su subconsciente. Lo único que estaba claro era que, de una manera u otra, le comenzaba a gustar la compañía del luchador.
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Después de más de media hora llegaron a Erén.
La entrada era hermosa, había vegetación y canales artificiales que le daban un toque muy rural y anticuado. Erén era el pequeño pueblo donde creció Zimbel; él soltó varios suspiros al recordar las construcciones y lugares que a menudo solía visitar cuando era un niño. Pero esas bellas memorias se opacaron al caer en la dura realidad que lo envolvía. Todas sus inquietudes se vieron interrumpidas por distintas voces: Habían coincidido justo en el día del mercado y las calles estaban llenas de puestos y gente. Fue algo normal para el encantador, en cambio, Russell no tardó en fruncir el ceño confundido. Él permaneció junto al menor en todo momento, no quería perderse o hacer el ridículo.
- ¡Sandías frescas, recién cosechadas!
- ¡No sean tímidos! ¡Vengan a mi tienda!
- ¿Quieren que lea su futuro?
- ¡Tatuajes de henna, les haré descuento!
Las voces y gritos de las personas estaban por doquier, haciendo que el pelirrojo se pusiera nervioso, no sabía cómo reaccionar. Zimbel al notar su clara incomodidad, sólo sonrió y siguió caminando. La gabardina roja que vestía revoloteaba por el movimiento de sus pasos y el cielo poco a poco dejaba de nublarse, mostrando tenues rayos de sol por todo el mercado. Mientras tanto, Russell peleaba internamente por no detenerse a mirar lo que ofrecían los vendedores; era bastante tentador probar la comida que prometían, comprar la hermosa ropa a mano que colgaba de algunos puestos y demás, pero tampoco quería parecer un turista promedio.
- Zimbel. -murmuró por detrás el pelirrojo.
- ¿En tu tierra no hay mercados? -este comentó al aire sin interrumpir su paso.
- Claro que sí, pero acá sí me siento culpable por no poder comprar nada.
Zimbel se giró para seguir la conversación, pero justo en eso, una chica rubia se interpuso en medio de ambos y se acercó a Russell con una bandeja en las manos.
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Vehemente [BORRADOR]
FantasyDesde hace siglos, los encantadores han adquirido conocimiento y poder, al grado de convertirse en individuos importantes dentro de la sociedad religiosa. Zimbel, un joven encantador, está atado a su pasado, dedicando cada segundo de su vida en reme...