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???, Gocedonia.
8 de octubre, 2064
Zimbel ya no podía desperdiciar más tiempo.
Mientras se perdía en los bosques de Gocedonia, recordó casi toda su vida en un simple parpadeo. No podía creer aún que le estaba pasando esto a él. ¿Por qué tenía que ser él? En su mente sólo que plasmaba esa pregunta y ya. ¿Por qué?
Su corazón se partió en dos.
Quiso dar media vuelta y buscar a Russell para arreglar las cosas. Pero estaba atado, encadenado a una realidad tormentosa que fue condenado a soportar por varios años. Ya no había regreso, tenía que seguir, aún cuando sus problemas sentimentales estuvieran incompletos, aún cuando el alma le pesaba a cada paso...
- Russell... -murmuró dolido.
El encantador se arrodilló en el suelo y sollozó. Intentó limpiarse las lágrimas, pero sus manos ásperas le rasparon en la piel, provocándole una mueca de sufrimiento que no tardó en contener.
- Zimbel... -una voz familiar se escuchó detrás del encantador.
Él de inmediato se levantó con los ojos casi desorbitados. Sus manos empezaron a temblar del susto. ¿Era quien creía que era?
Los árboles desaparecieron, y ahora se había transportado en un llano con arbustos verdes y el sol radiante. Todo estaba brillante, y el sol resplandecía en colores cálidos y bellos. Por un momento olvidó toda esta pesadilla que le envolvía.
- Zimbel. -se volvió a escuchar la voz.
Aceptando su corazonada, volteó lentamente hasta verse cara a cara con Ventus. Este, aunque tenía sus ojos vendados, pudo verle el ceño fruncido, decepcionado.
- ¿Cómo pudiste? -el profeta no movió ni un músculo.
Se refería al pacto que hizo con Corvus. Zimbel no respondió, sólo se quedó mirándolo en silencio, analizando su lenguaje corporal.
- Era la única forma. -contestó a secas. Ya no sentía ni una pizca de vehemencia hacia él.
- No, Zimbel. Bien sabías que no.
- Era la forma más rápida. -subió el volumen de su voz. - No voy a permitir que más inocentes salgan heridos por mi culpa.
- Tu fe ha sido revocada de mi templo. -Ventus bajó las manos de su vientre y apretó los puños. - Ahora eres un hereje.
Zimbel suspiró mientras fruncía el ceño. Poco a poco se puso furioso. La piel oscura que lo envolvía se engrosó.
- Fe... ¿A quién le importa la fe? -arrugó su nariz para contener la ira. - Ni siquiera eres real...
- Zimbel... -el profeta se sorprendió por sus palabras.
- ¡ERES UNA MENTIRA!
De su piel oscura brotó una energía brumosa que rodeó al menor. Sin pensarlo dos veces, Zimbel se descargó sobre el semidiós, y con intensiones de herirle, lo tomó de la garganta.
- ¡TÚ NO ERES UN DIOS! -sollozó.
Pero antes de poder asfixiarle, todo el ambiente cambió en menos de un segundo. Ahora volvía a estar en el bosque frío y desolado del principio. Ventus desapareció y Zimbel cayó desconcertado por el cambio; una roca le perforó la piel del abdomen al caer.
Gritó del dolor y quiso alejarse, pero una de sus manos se había dormido por el golpe.
No tardó en fruncir el ceño y retener sus lágrimas. Cuando por fin se logró quitar de ahí, intentó revisar su herida para ver qué tan grave estaba, pero se sorprendió cuando su segunda piel oscura se regeneró como si de magia se tratara.
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Vehemente [BORRADOR]
FantasiaDesde hace siglos, los encantadores han adquirido conocimiento y poder, al grado de convertirse en individuos importantes dentro de la sociedad religiosa. Zimbel, un joven encantador, está atado a su pasado, dedicando cada segundo de su vida en reme...