+ EXTRAÑOS +

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Es increíble como el rumbo de tu vida puede cambiar en tan solo unos instantes. Aún recuerdo esas tardes en las que papá, mamá, Vane y yo la pasábamos sentados sobre el sillón, viendo películas mientras comíamos palomitas o jugábamos juegos de mesa. Serpientes y escaleras, ese era nuestro favorito.

Antes éramos felices.

Estábamos juntos.

Teníamos paz.

Era libre...

—¡ABIGAÍL VENABUR!

Escucho la fuerte y grave voz de Ximena, me veo obligada a dejar de ver a través de la ventana para voltear a verla. Ella me ve con el ceño fruncido y comienza a hablar.

—No me pones atención —medita lo que dirá a continuación-—. Abi, mirar hacia el exterior no hará que ella vuelva.

Sin ser consciente de mi acción, bajo la mirada. Ximena tiene razón, ya han pasado ocho meses desde que estoy aquí encerrada y ella no ha venido, pero no he perdido las esperanzas de verla algún día.

Solo quiero saber cómo está.

Regreso mi mirada hacia la ventana y como siempre, solo me encuentro soledad en el exterior. Son las siete de la mañana y a esta hora todos en el internado se encuentran dormidos. Las jardineras están desiertas, solo hay árboles -en su mayoría secos- que se encuentran ocupando espacio en el pasillo de la entrada.

El internado Luces de esperanza no es precisamente conocido por ser un lugar hermoso, grande ni seguro. En realidad, es uno de los internados más pequeños de la ciudad, es el típico internado viejo y descuidado en donde se encuentran los jóvenes rebeldes, los jóvenes que no tienen remedio, los que han hecho alguna atrocidad que hasta la cárcel no puede con ellos, y que, en lugar de ayudarlos, los mantienen aislados para que la sociedad se sienta tranquila.

El internado Luces de esperanza se encuentra ubicado en los límites de la ciudad, sus alrededores son desiertos y lo único que nos rodea son frondosos árboles descuidados y una que otra barranca.

Quizás esas sean algunas de las razones por la cual la comunidad del internado es muy escasa.

Por eso me sorprende ver a una camioneta negra entrar por las rejas y conducir por el pasillo que forman los árboles secos, esto indica que alguien nuevo está por integrarse al internado. Observo atentamente el recorrido de la camioneta, desde que entra hasta que se estaciona en el centro del patio, no espero mucho cuando de ella salen dos jóvenes, un chico y una chica.

Ella tiene el cabello negro recogido en una coleta, viste con una falda rosa que le llega a las rodillas y una blusa de cuello blanca. A primera vista parece ser una joven que no rompe ni un plato, pero, apariencias vemos y realidades... no conocemos.

El joven, también de cabello negro, viste con chaqueta y pantalones del mismo color. Él sí parece ser alguien peligroso, un chico rudo.

Ambos caminan hasta la entrada de mi edificio, sin embargo, la chica es la única que entra, mientras que su compañero se queda inmóvil y sin esperármelo, sube la mirada hacia mi ventana. Ambos nos vemos a los ojos, él posee una mirada intensa, muy penetrante, pero aún y así, no logra intimidarme. No desvió la mirada de él, hasta que Ximena me vuelve a hablar.

—¡Abi, otra vez!

Rompo el contacto visual que tengo con el chico y volteo a ver a mi amiga, nuevamente, ella me ve con el ceño fruncido mientras sujeta entre sus manos un par de ganchos con trajes diferentes.

—¿Abi?

—Perdón, ¿me decías? —le digo y vuelvo a mirar hacia el exterior, pero ya no hay rastro del joven pelinegro ni de la camioneta.

CUANDO LAS LUCES SE APAGAN ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora