+ EL JUEGO +

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Camino lentamente, observando y analizando cada paso que doy. No quiero generar ningún tipo de ruido y arriesgarme de que alguien nos vea.

Paulo me toma de la mano guiándome hasta su edificio, ambos estamos escondidos entre los troncos de los árboles. Hay algunos profesores platicando y riendo entre ellos, se supone que deberían de estar armando las carpas para los puestos de mañana, pero no, en su lugar, están bebiendo y pasando un buen rato.

—Llegamos —Paulo susurra cerca de mi oído y me invita a pasar primero.

Tomo su palabra y entro al edificio de los chicos, admito que no es la primera vez que hago esto. La primera vez que entre aquí fue para celebrar el cumpleaños de un ex integrante del internado, sin embargo, esa noche todo salió mal. Alguien les dio aviso a los directivos que los integrantes estábamos organizando una fiesta y entonces ellos llegaron.

Por suerte, Paulo, Ximena y yo logramos salir sin ser vistos. Pero por desgracia, todos aquellos compañeros que atraparon en la fiesta fueron sometidos al castigo. Uno de los peores castigos era dejarlos sin comer durante cinco días, otro era encerrarlos en el cuarto oscuro, y el peor, era mandarlos al internado de la oscuridad. Así lo conocíamos nosotros, ya que, ese no era un internado, sino una prisión que se ubicaba bajo nuestros pies, en el sótano del edificio del comedor.

Camino siguiendo los pasos de Paulo, pasamos por pasillos desiertos y bajamos por las escaleras que llevan hacia el sótano. Conforme bajamos más y más, las risas de algunos chicos y chicas se hacen presentes.

—¡Abi! —Ximena corre a abrazarme—. Perdón por no ir por ti, pero Paulo insistió en que él sería más discreto que yo y te traería sin que nadie se percatara.

Asiento con la cabeza y observo que hay más personas de las que pensé. Hay otras chicas y entre ellas, se encuentra Araceli.

—¿Quién invitó a esa tipa? —se molesta Ximena.

—A mí no me mires, mejor pregúntaselo a John y a Max —Paulo levanta las manos en signo de inocencia.

Busco con la mirada a esos dos chicos y los encuentro riendo a lado de unas chicas, inconscientemente, también busco al chico nuevo, sin embargo, no lo encuentro.

—¿Quieren beber algo? Adán se robó una botella de los directivos —invita Paulo mientras sonríe.

—No, gracias —digo enseguida, pero Ximena se niega mi respuesta.

—¡Claro que queremos! Las dos —hace énfasis—. Abi, relájate un momento, aunque sea esta noche, ¡vamos!

Estoy por negarme, pero, no puedo cuando Paulo me entrega un vaso lleno de bebida.

—Salud —dice y ríe mi amigo—. Por las cosas buenas y malas que están por llegar.

—Porque algún día salgamos de este lugar, seamos vivos o muertos —propone Ximena y ambos me ven esperando a que yo brinde por algo. Así que, levanto el vaso rojo de plástico como ellos lo hacen y digo:

—Porque volvamos a ser felices.

—¡Salud! —decimos al unísono y bebemos el líquido amargo que fue robado. Es vino.

Un chico se las arregla para traer un radio al sótano y comienza a reproducir música aleatoria. Yo me siento sobre unas cajas y con Ximena y Paulo, comenzamos a platicar.

Algunos siguen bebiendo, otros cuentan chistes y ríen, unos bailan y algunas parejas se van a las esquinas del sótano a besarse.

Este internado es un desastre, pero tengo que admitirlo, me gusta el desastre que nosotros formamos. Me siento como una adolescente normal que se ha escapado de casa para ir a una fiesta con sus amigos, aunque en realidad, todo sea completamente diferente.

Pensar en eso... en mi casa, en mis padres...

—¿Estás bien? —me pregunta Paulo. Enseguida limpio mis ojos y asiento con la cabeza—. ¿Segura?

—Estoy bien —le digo sonriendo, aunque él no me cree.

—Toma, para que disfrutes del convivio —de su vaso vierte vino al mío—. Salud.

Veo el líquido y después de un segundo lo bebo todo. Ximena y Paulo tienen razón, tengo que disfrutar de este momento, ya que, en este lugar estos momentos de diversión son muy escasos.

Después de beber algunos cuantos vasos de vino más, me siento mejor. Me río de los chistes que cuentan los chicos e incluso, me animo a bailar con Ximena. Siento que disfruto más del convivio, sin embargo, nada es eterno y mi diversión termina cuando lo veo entrar al sótano.

Aron.

Él me observa fijamente, yo dejo de bailar y ahora lo veo con las cejas fruncidas.

¿Qué tanto me ve?

Sin ser consciente de mi acción, me dirijo hacia él y cuando lo tengo de frente, le pregunto:

—¿Te gusta lo que ves? —él sonríe y da un paso acercándose a mí.

—Sí, me gusta lo que veo. ¿Tienes algún problema con eso? —arquea sus cejas poniendo una sonrisa en su rostro.

Bien, no me esperaba una respuesta de su parte.

Paulo se acerca a mí y me toma del brazo para alejarme de él.

—¿Quieres jugar verdad o reto? —me susurra.

Veo como todos los presentes forman un círculo alrededor de una botella de vino vacía.

—¿Qué hacen? —pregunto confundida. Al parecer el vino que he tomado, ya ha matado algunas de mis neuronas.

—¡Juguemos! —se emociona Paulo y hace que me siente a su lado en el suelo.

Veo como todos se siguen sentando, incluyéndolo a él. Aron no deja de mirarme y no sé si sea yo o el vino que me está haciendo delirar, pero... él es guapo. Su rostro afilado, sus cejas perfiladas, sus pestañas rizadas y esos ojos... azules como el fondo del océano. Okay, el vino me está haciendo efecto.

Por estar observando a Aron, no me doy cuenta en qué momento comienzan a girar la botella, hasta que se detiene y apunta hacia mí.

Veo que el otro extremo apunta hacia Araceli.

—¿Verdad o reto? —dice ella, mirándome fijamente y con una expresión de seriedad.

Parpadeo unas cuantas veces antes de responderle:

—Verdad —veo como una sonrisa se apodera de su rostro, no logro interpretar si se trata de una sonrisa sádica o de victoria, porque de inmediato, ella pregunta:

—¿Por qué estás en este internado, Abigaíl? —dice mirándome con intriga.

Frunzo las cejas, ya que, no me esperaba esa pregunta.

No puedo decir la verdad. Nadie lo sabe, ni siquiera Ximena y Paulo que son mis mejores amigos.

—Prefiero reto —respondo. Al principio creo que me mandará por un tubo, pero no lo hace.

—Bien. Besa a Aron —me responde sonriéndome de la misma manera.

Vuelvo a fruncir las cejas y estoy por negarme, pero antes de que me dé tiempo, Aron se levanta de su lugar y se acerca a mí. Yo observo sus movimientos y veo como se inclina quedando a mi altura.

—Solo será un besito —sonríe de lado.

—Yo no te besaré —le susurro mirándolo molesta. Estoy enojada por la pregunta que esa chica me hizo, ¿qué le importa mi vida?

—Bien, no lo hagas. Tendrás que revelar tu secretito y decirnos por qué estás aquí, Abi —sonríe y está por volver a su lugar, pero lo tomo del brazo y evito que se aleje.

Él sabe cosas de mí.

Él sabe quién soy...

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¿Teorías?

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🎭 ¿Será que Abigaíl aceptará el reto y lo besará? 🎭

CUANDO LAS LUCES SE APAGAN ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora