Capítulo 21: ¿Lo amaba realmente?

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No quería comparar a Edmund Learnmonth Jr con Angus Phillips. Ellos eran completamente diferentes; uno era un adinerado e ilustrado joven de 'buena familia' y el otro un ladrón analfabeto que bebía whisky casi todos los días.

Pero uno de ellos me asustaba y hacía sentirme encarcelada, mientras que el otro me respetaba y hacía sentirme segura. Era irónico que ese último sea el ladrón y el primero el ilustrado de buena familia; para mí no tenía sentido, pero era así.

Angus nunca me insistió para que me acostara con él, había sido yo quién lo había propuesto y hasta último momento él preguntó: «¿Estás segura de esto?», haciéndome sentir cómoda y segura de verdad.

Mi corazón latía con pasión y mis ojos no podían despegarse de él que con tanta delicadeza y cariño me trataba. En ese instante tomé su rostro con mis manos y pensé en decirle que lo amaba, pero me callé, porque me parecía demasiado pronto confesarle algo así.

¿Lo amaba realmente?

Quería besarlo y abrazarlo. Acariciar las cicatrices de su cuerpo y quitarle todo el dolor que había sentido, junto con todas sus inseguridades. Necesitaba hacerlo sonreír en todo momento, enseñarle a bailar y llevarlo a chapotear en el río los días calurosos. Deseaba leerle mis libros favoritos y que me escuchara con atención y admiración; que me hablara de él sin miedo a ser juzgado, que me contara sus sueños y anhelos. Soñaba con que me protegiera como los príncipes de las novelas. Aunque él no era un príncipe, pero quería todo con él... ¿Cómo no iba a estar enamorada?

Todo lo que me había propuesto de dejar de amar y jamás volver a fijarme en un hombre por lo sucedido con Edmund quedó tirado en la basura, porque conocer a Angus Phillips me había hecho cambiar de parecer.

Y él, quien toda su vida había delinquido para sobrevivir, estaba intentando trabajar honradamente para ganarse su pan de forma honesta. Llegaba cansado a casa y aun así tenía tiempo para mí, ambos nos divertíamos cuidando a los caballos y salíamos a pasear con ellos.

Él, por sus actos heroicos, se había ganado un terreno en las afueras de Gold Springs; en un lugar agradable y espacioso, ideal para que los caballos pudieran andar. Como teníamos tiempo libre fuimos a verlo.

—Allí estará la casa. —Señaló con entusiasmo—. De aquel otro lado estará el establo. Ya me dijeron que me darán los materiales. El alcalde dice que me lo debe por haber hecho lo que hice.

—Es bueno que te haya dado una mano —dije acercándome a él. De inmediato pasó su brazo por mi cintura para abrazarme—. Pero, Angus, hay alguien aquí que puede arruinarlo todo. ¿No has averiguado nada?

Él observaba fijamente el terreno donde levantaría su casa, su frente estaba arrugada y sus labios fruncidos me indicaban que pensaba con preocupación. Y es que semanas atrás había recibido esa carta donde le expresaban que sabían sobre su pasado; por ende alguien tenía el poder de condenarlo si así lo deseaba.

—No, sospecho de alguien. Pero no he averiguado nada.

—¿Quién?

—Alguien del trabajo, pero no sé quién es —dijo acercándome más a él—. No te preocupes, lo encontraré.

Él se relajó, aunque sabía que por dentro seguía preocupado por esa persona y por su futuro, porque por primera vez en su vida había conseguido algo bueno y alguien con tan solo hablar podía quitarle todo.

A mí también me preocupaba, Angus no merecía eso, esta era su segunda oportunidad.

Ambos nos quedamos en silencio un momento, apreciando el paisaje que teníamos adelante, aunque sólo era desierto y rocas, pero era un sitio digno de admirar.

Más valiosa que el oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora