Capítulo 33: Malas noticias

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En Gold Springs casi siempre estaba soleado y caluroso, muchas veces a eso lo acompañaba un viento insoportable que levantaba polvo y hacía rodar los estepicursores por el pueblo. Este día no era la excepción, desde lejos podía verse todo ese polvo en el ambiente, dificultando nuestra visibilidad y respiración, por eso en las calles no había muchas personas y estaba agradecido con eso, porque era menos probable que ocurriera algo, aunque nunca faltaban los tontos que andaban causando problemas.

—¡Te voy a matar, imbécil!

—¡A ver si tienes las pelotas!

Eran dos sujetos de mala cara que discutían frente a un carro tirado por dos caballos, perteneciente a uno de ellos. Estaban enojados y por suerte ninguno había desenfundado un arma aun.

—¡Oigan, inútiles! —interrumpí su discusión—. ¡Dejen de chillar y resuelvan sus problemas!

—¡Y tú qué te metes, idiota!

Fruncí el ceño y tomé mi revólver sin desenfundarlo.

—Me voy a meter todo lo que se me dé la gana. Ahora sepárense —advertí con seriedad.

Los hombres no lo pensaron mucho, se dirigieron una última mirada filosa y luego cada uno emprendió un rumbo diferente; uno se llevó su carro y el otro caminó por la calle principal. A mi derecha, uno de los jovencitos de Leonard observaba con atención todo lo que había hecho.

—Mira, muchacho, tienes que aprender a hacer estas cosas. Porque tú eres quien trabaja para Leonard, yo puedo ayudar, pero no llevo la placa y tampoco pienso llevarla —expliqué al chico que me perseguía por el pueblo como un cachorro.

Y es que Leonard pasaba tiempo con Mary-Anne y debía dejar la comisaría por unas horas a cargo de sus chicos que apenas comenzaban a entrenarse. Él era muy bueno dándoles instrucciones, pero estos muchachos tenían bastante que aprender aún.

—Lo entiendo, señor Phillips, el jefe confía en nosotros —dijo con la mirada fija en la calle principal del pueblo—. Gracias por darnos una mano, ¿cómo está el jefe y su esposa?

Suspiré.

—Mary-Anne ya no se puede ni levantar, por suerte Leonard está allí junto a sus hijos y mi mujer que los ayuda, pero la pobre está sufriendo mucho. —Recordé lo mal que la había visto en la mañana y me estremecí—. Vino un médico de Ridge Valley y otro del Este, pero ninguno pudo hacer nada, algo la está matando desde adentro.

Sentí angustia en mi pecho al pensar en que mi amiga estaba muriendo y que ningún doctor había podido hacer algo para curarla.

—Qué mal, el jefe estaba muy decaído cuando salió de la comisaría ayer. Debe ser duro.

—Bastante, por eso debes ejercer bien tu trabajo. Este pueblo depende de ti y tus compañeros.

—Lo haré lo mejor que pueda.

Confiaba en que los jóvenes ayudantes de Leonard velaran por la seguridad del pueblo. De todos modos, como había prometido, siempre estaría disponible para lo que se necesitara y no dudaría en desenfundar mi revólver ante el primer imbécil que intentara perturbar la paz de este lugar.

Lo dejé donde habíamos presenciado la discusión anterior y caminé hacia el Nuevo Golden Hotel, donde Judith estaba ayudando a Grace. Resulta que mi esposa tenía la fortaleza de trabajar ayudando a Grace y también a Mary-Anne cuando Leonard no podía estar en la casa; también cuidaba a nuestros hijos y seguía manteniendo esa hermosa sonrisa en su rostro.

—Angus, ¿qué tal? —Fui recibido por la señorita Grace, que continuaba llevando esa expresión de tristeza en su rostro luego de afrontar la muerte de Joss y pasar por la ruptura amorosa con Leonard—. Judith está en el cuarto con los chicos.

Más valiosa que el oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora