Capítulo 27: No eres un santo

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Siempre pensaba que algún día sería madre, pero veo a Angus durmiendo en su moisés y aún no puedo creerlo. Él es un bebé adorable y hermoso; en su pequeño rostro tiene rasgos de su padre, pero ojos y cabellos claros como los míos. Nació muy bien y sano unos días antes de la navidad, en una tarde fresca y gris, pero muy resplandeciente y alegre para mí.

Los ojos de su padre se llenaron de lágrimas cuando lo sostuvo para abrazarlo por primera vez; él siempre había sido tan serio y discreto que poco lo había visto emocionado y sensible. Parecía que nada podía perturbarlo o asustarlo, pero en su interior era un hombre con sentimientos e inseguridades. Decía que no se sentía a la altura, pero para mí sí lo estaba; él mismo había decidido llevar esta vida, quedarse a mi lado, trabajar y construir un hogar.

Angus estaba a la altura y mucho más, pero él no lo sabía o no podía verlo.

A mi lado él dormía plácidamente, sé que no siempre podía hacerlo; él solía despertar a la madrugada bastante agitado, a veces se levantaba a beber agua o algún trago de whisky que escondía por ahí. Angus tenía pesadillas, imaginaba que sobre su pasado y las horribles compañías que había tenido. Pero poco hablaba de eso.

A veces tomaba su revólver y observaba por las ventanas por un largo rato, luego salía afuera y cuando comprobaba que todo estaba bien volvía a acostarse. Yo lo abrazaba y besaba para dormirnos juntos hasta la mañana siguiente. Aunque a todo momento estábamos atentos a nuestro bebé.

Tanto el padre como el hijo dormían mejor por las mañana que en las noches, por eso al despertar oía silencio en la casa. Sólo la respiración de Angus a mi lado. Él dormía boca abajo, con sus manos bajo la almohada, lo que hacía que los músculos de su espalda se marcaran mejor.

Con tanto trabajo que ha tenido estos últimos meses había ganado mayor musculatura, viéndose aún más guapo de lo que era. Su cabello negro brillaba con la luz del sol que se colaba por la ventana y su rostro relajado apenas podía verse porque la mayor parte estaba pegada a la almohada.

La frazada lo cubría hasta la cintura, su espalda al descubierto me mostraba las variadas cicatrices que tenía, producto de la difícil vida que le había tocado. Me contó que muchas veces lo habían golpeado y lastimado: «Querían matarme por ladrón» pensé en lo que una vez había contado de esas heridas, «¡iban a lincharme!».

Su mirada triste me impidió seguir preguntando y presiento que ese día él no quiso seguir recordando.

Angus había sufrido mucho dolor en su vida, tanto físico, como emocional. Yo no podía quitárselo jamás, no podía salvarlo de nada, pero sí podía apoyarlo y acompañarlo en esta nueva etapa de su vida.

Con delicadeza besé su frente, porque pensar mucho en su pasado y su dolor me estrujaba el corazón. ¡Quería besarlo con todas mis fuerzas! Y hacerlo el hombre más feliz del planeta, porque... ¿Se lo merecía realmente?

Para mí sí.

Pudo haber cometido delitos de los cuales se culpaba y arrepentía. Había prometido jamás volver a ser lo que fue alguna vez en la pandilla de Paul, él estaba teniendo su segunda oportunidad.

—Buen día, preciosa —pronunció con la voz más ronca de lo normal—. ¿Llego tarde al desayuno? —bromeó porque ya no estábamos en casa de Mary-Anne.

—Estamos a horario, guapo.

Él sonrió sin abrir la boca.

Cielo santo, esos hoyuelos.

Mientras lo veía, admirando lo guapo que era, se desperezó sentándose en la cama. Bostezó contagiándome el bostezo a mí también y con los ojos perezosos me miró; su cabello se veía despeinado en el lado que había apoyado en la almohada y con cariño tuve que acomodárselo.

Más valiosa que el oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora