Capítulo FINAL: Tengo una pepita de oro...

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Desperté con la mitad de la cara pegada a la almohada y muy despacio fui dándome la vuelta para quedar boca arriba. La claridad del día era bastante notable y los primeros rayos del sol comenzaban a asomarse. Me sentía en paz y tranquilidad, porque Judith había estado en mis sueños.

Habían pasado años desde su partida y me alegraba seguir recordando su voz tan dulce; siempre me hablaba cosas que al despertar olvidaba, pero siempre podía escucharla. Hoy, recuerdo que tomó mis manos sonriéndome al llamarme, se la veía tan animada y feliz que me contagié de su alegría, tenía un gran entusiasmo que me invitaba a ir con ella antes de despertarme.

El dolor que me causaba haberla perdido todavía seguía ahí, pero podía vivir con ello y también verle el lado positivo a esos sueños que me la traían por unas horas durante la madrugada.

Estuve pensando en ella por un largo rato hasta que me levanté, el sol ya había salido y comenzaba a calentar todo el desértico paisaje que nos rodeaba.

En la cocina estaban mis hijos conversando y preparando el desayuno; ambos me dieron los buenos días.

—¿Puedo hablar contigo, papá? —preguntó Angus un poco decaído.

—Claro —respondí y fuimos al porche de la casa—. ¿Qué sucede?

—Es Christal, dijo que tenía que decirme algo importante y temo que sea algo malo. Toda esta semana ha estado actuando muy extraño.

Vaya... El muchacho necesitaba un consejo.

—Y ve a hablar con ella —dije viéndolo a la cara—. Escucha lo que tienen que decirte y no la evites. Eso es peor.

Recordé la vez que Judith tomó un carro ella sola y vino endiablada a reclamarme que no había vuelto por varios días, además de venir a anunciarme que estaba embarazada; no me sorprendería que Christal tuviera que decirle lo mismo al muchacho.

¡Mierda! ¡Probablemente lo sea!

—¿Qué te pareció la oferta que te ofrecí?

—Me encanta papá, sería lindo tener mi propia cabaña para compartir con Christal, debo averiguar sobre los materiales para construir, pero antes me gustaría proponerle matrimonio. —Noté ilusión en su rostro y me alegré por él.

El día anterior, antes de irme a patrullar el pueblo con Leonard, le había recordado a Angus que si él quería, podía construirse una cabaña para él y Christal aquí en el rancho. Después de todo, el terreno les pertenecía a él y a Jodie.

Angus y la señorita Christal llevaban un tiempo en una relación y la muchacha ya era como alguien más de la familia, no sería ningún problema que viviera aquí con nosotros, lo que más queríamos era que tuviera un verdadero hogar.

Y ya con Angus mudado en su propia cabaña, Jodie podría quedarse con la casa, incluso mudarse a la habitación que su hermano dejaría, tendría más espacio y estaría más cómoda.

De esa manera les dejaría un futuro bien asegurado, estaría conforme y viviría mis últimos años de leer el periódico y salir a perder el tiempo con Leonard que también era viejo y jubilado como yo.

—Mucha suerte con eso, hijo. Deseo que todo salga bien.

—Gracias, papá.

—¡Oigan! —Jodie apareció desde adentro—. Vengan a desayunar.

El aroma a pan tostado se metió por mi nariz haciendo rugir mi estómago, necesitaba comer algo.

—¡Ya vamos cara de cabra! —exclamó Angus, molestando a su hermana.

Más valiosa que el oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora