Capítulo 36: Sé que te asusté

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Conocí Ridge Valley el día que fui invitado a la boda de un amigo que se casaba con su prometida; allí vi lo bello que era aquel poblado y lo protegido que estaba al estar rodeado por crestas que lo salvaban de las tormentas de arena, a diferencia de Gold Springs que estaba cerca de las dunas y en medio del desierto.

Así habían estado los últimos días, casi que no podíamos salir por la tormenta, pero por suerte, para el fin de semana ya pudimos trasladarnos hacia el pueblo a comprar provisiones y continuar trabajando. Estábamos de buen humor y con ganas de ver a nuestros amigos allí, por eso apenas llegamos al Golden Hotel, Judith y los chicos bajaron a estirar las piernas con una sonrisa en sus rostros.

—¿Puedo ir a saludar a Christal? —dijo Angus refiriéndose a su amiga de la escuela—. Además, quiero preguntar qué dejaron de tarea. ¿Puedo ir?

El niño miró a Judith y luego a mí. Claro que podía ir si quería, era libre de andar donde quisiese siempre y cuando no se metiera en problemas, pero a Judith le gustaba que le dijeran donde iban para estar más tranquila.

—Sí, puedes ir, pero luego vienes a saludar a la tía Grace —respondió sonriente—. Tú Jodie, si quieres ir a algún sitio, solo avísanos.

La niña nos miró a ambos, tenía una expresión de fastidio en su rostro y apenas asintió a lo que su madre dijo. La pequeña Jodie era tan malhumorada como dulce y tierna, creo que heredó lo mejor de Judith y lo peor de mí.

—Oye, ¿no quieres ir a comprarte algunas golosinas? —Le ofrecí unos centavos para que fuera a la tienda y cambiara ese ánimo.

—¡Sí! —Ella tomó las monedas y salió caminando con prisa, al menos logré hacerla cambiar esa cara seria que traía.

Judith me miró haciendo una mueca divertida y continuó para entrar al hotel, donde Grace estaba ordenando papeles en la recepción junto a Albert Lang, su marido. Al vernos, el matrimonio sonrió saludándonos.

Habían pasado algunos días desde la última vez que nos habíamos visto, así que estábamos a punto de ponernos al día. Por eso Albert fue a buscar algo para beber y Grace terminó de acomodar los papeles para guardarlos. Mientras tanto, nosotros nos quedamos sentados en la recepción.

—Nuevo Golden Hotel de Gold Springs... A-Atendido por sus pro-propios dueños. —Leí uno de los carteles con orgullo, aunque con un poco de dificultad y en voz baja solo para Judith.

¡Pero lo leí!

Ella me miró con complicidad y luego besó mi mejilla como recompensándome por mi excelente trabajo, por eso cada vez más seguía intentando leer mejor. Judith era la única que lo sabía, porque me estaba enseñando, el resto de nuestros amigos y conocidos pensaba que aún continuaba siendo un bruto.

En estos últimos meses había aprendido a escribir mi nombre completo. ¡Mi maldito nombre! El de mi mujer y mis hijos, podía leer varias cosas simples, aunque a veces, me trababa o me frustraba porque me costaba; aunque seguía adelante porque ya quería escribirle una carta a Miller diciéndole que ya no era un flojo que no podía leer sus propias cartas o leerle el periódico a Leonard en voz alta, ¡y frente al banco!

Tenía que mofarme y tomar por sorpresa a esos idiotas algún día. ¡Mierda, me emocionaba tanto la idea! Quizás eso era lo que más me motivaba.

—¿Qué quieren tomar? —Grace nos ofreció.

—Té.

—Whisky.

—Whisky para Angus y té para Judith —dijo la pelirroja al joven que hace tanto tiempo atrás se había aparecido aquí con más nervios que pelotas a traerle flores.

Más valiosa que el oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora