Capítulo 37: Wallace

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«No puedo creer que quieras traicionarnos por una vagina», recordé esa horrible voz nasal. Toqué mi estómago recordando también ese fuerte golpe que me dejó sin aire y también el sonido del disparo que mató a mi amigo.

¡Hijo de puta!

Wallace... Ese maldito idiota.

Desde que Christy lo mencionó no pude quitármelo de la cabeza, por eso empujé la puerta del hotel con enojo, tomando desprevenida a mi familia y amigos que estaban conversando en la recepción, ellos dieron un sobresalto prestando atención a quien entraba al hotel de esa manera.

Inspiré hondo para calmarme.

—¡Papa! —Fui recibido por los chicos y el mal humor que cargaba comenzaba a desaparecer—. ¡Papá!

Ambos se acercaron a mí con expresiones curiosas y un tanto preocupadas, en especial por parte del niño que había sido quien encontró al manco en la casa de su amiga de la escuela.

—¿Le disparaste a los malos? —preguntó Jodie.

—¿Qué? ¡No, niña! No he disparado a nadie. —Me gustaba disparar, pero ensuciarme las manos de esa forma incomodaría a Judith, así que evitarlo era lo mejor, aunque me hubiese gustado matarlo. Además, ni ella, ni yo, queríamos que nuestros hijos lo vieran como algo influyente—. Pude sacarlas por la ventana mientras el hombre insultaba a Leonard, estaba ebrio, así que no se dio cuenta de nada. Ambas están bien.

El pequeño Angus se quedó más tranquilo, aunque seguía con ganas de volver a ver a su amiga. Judith y Grace asintieron en alivio y el buen Albert trajo ese trago de whisky que me debía.

Las horas siguientes las pasé bebiendo en la sala común del Golden Hotel con este sujeto que solía llamarme 'cuñado' de vez en cuando, aunque Judith y Grace no eran hermanas de sangre, compartían un vínculo muy cercano, así que quizás por eso me llamaba así. No me molestaba, él era agradable, además de tener buen whisky, así que no tenía nada de que quejarme.

Quería disfrutar del momento en familia y los tragos, pero de ratos volvía recordar la expresión de enojo de Christy cuando mencionó a Wallace y no podía dejar de pensar en el rostro de la niña que tan familiar se me hacía, no quería aceptarlo, pero me había dado cuenta de que era parecida a él.

Tenía que hablar con esa mujer acerca de Wallace.

***

Judith había preparado un buen desayuno que los chicos devoraron en segundos, yo en mi estado pensativo no comí ni un solo bocado, lo que llamó la atención de mi esposa.

—¿Qué sucede?

Suspiré.

—Es sobre esta mujer, Christy —dije y Judith se sentó a mi lado.

—Tengo que ver a Christal —acotó Angus desde el otro lado de la mesa.

—¡No! —advertí poniéndome de pie—. ¡No vas a juntarte más con ella!

—¡¿Qué?! ¡Es mi amiga! —El chico reaccionó de manera temperamental—. ¡Papá! ¿Por qué? Voy a juntarme igual, de todos modos nos veremos en la escuela.

Se levantó para irse afuera, él tenía un carácter fuerte y a pesar de llevarnos bien la mayor parte del tiempo, a veces solíamos tener desacuerdos que terminaba con Angus gritándome y yo retándolo porque no podía faltarme el respeto.

—Y a ti, Jodie, ni se te ocurra acercarte a esa niña.

—¿Yo qué? —respondió dejando su comida para reclamarme.

Más valiosa que el oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora