CAPÍTULO 45

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ADDICTED TO YOU
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Leanne

Las sábanas de la cama están hechas un desastre, sin embargo, me cubro con lo que queda de ellas y me acerco a Edward, quien duerme pacíficamente a mi lado. Deslizo mi mano por su pecho fornido. Ni siquiera se inmuta, está completamente dormido.

De repente, dan tres golpecitos en la puerta. De inmediato me pongo de pie y me visto con una bata de baño. Al abrir, no me sorprende ver a una empleada del hotel con una bandeja de plata entre sus manos.

—Buenos días, señorita Vitali —me saluda.

—Buenos días.

—Por parte del servicio del hotel, le traigo el desayuno.

Cojo la enorme bandeja que me extiende.

—Muchas gracias.

—Por nada. Que tenga un buen día.

—Igualmente.

Cierro la puerta y me miro frente al espejo que cuelga de la pared. Mi cabello es un desastre, ni siquiera me quité el maquillaje de la noche anterior y mis labios están un poco hinchados.

Regreso a la cama con el desayuno, no me sorprende ver a Edward despierto. Dejo el desayuno sobre la cama, puedo sentir su mirada sobre mí y por instinto, me volteo hacia él para mirarlo.

Jodida imagen. Me pregunto cuántas personas tienen la posibilidad de contemplar a una persona así. Lleva su característico cabello oscuro revuelto. A cualquier otro tal vez se le vería desastroso, pero a él... Solo consigue resaltar más sus ojos reluciendo su característico color ante la luz del sol y su abdomen marcado que puedo detallar a la perfección

—Ven aquí —dice, con la voz ronca.

Me acerco a él para subirme a su regazo. Sus manos se adueñan de mi cintura mientras siento cómo se mueve el bebé en mi vientre.

—No quería despertarte —digo.

Niega con la cabeza y me acerco a él para sellar nuestras bocas en medio de un beso.

—Míos.

Me toca el vientre.

—Tuyos —repito.

De repente, me tumba contra el colchón. Su cuerpo se cierne sobre el mío y deshace el nudo improvisado de mi bata. Me humecto los labios con insistencia cuando mi mirada cae sobre su erección.

—Separa las piernas.

Arqueo una ceja.

—¿Es una orden?

—Tal vez.

Hago lo que me dice, su mirada sigue recorriendo mi cuerpo y es en ese entonces que observo cómo abre la bandeja que contiene el desayuno y ya puedo darme una idea de lo que va a hacer cuando se unta la mano de crema. Respiro hondo al sentir la textura de la crema sobre la piel del valle de mis sanos. Dios. Solo a él se le ocurren estas cosas.

—Edward...

—Shh —susurra— estoy complaciendo a mi mujer.

Desliza los rastros de crema por mi estómago, mis muslos y la cara interna de ellos. Lentamente, empieza a trazar un camino con su lengua; parte desde la base de mi cuello hasta llegar al valle de mis senos. Me remuevo, inquieta, y solo consigo que sujete mis muñecas para que me quede quieta en mi lugar.

Mi respiración se torna nula cuando alcanza la cara interna de mi muslo para acercarse a mi sexo, sin embargo, vuelve a ascender hacia mi boca.

—¿Por qué te detuviste? —refuto.

Caricias PeligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora