CAPÍTULO 44

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FLAWLESS
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Leanne

Pisar Nueva York después de un buen tiempo se siente como un sueño hecho realidad. La calidez de la ciudad se percibe por sí sola, los edificios del Time Square no dejan de brillar y el clima es más que increíble; un día soleado con el cielo despejado.

Echaba de menos darle uso a mi jet privado.

Los porteros me abren las puertas del lujoso hotel al que me adentro y me atienden de inmediato, dándome la bienvenida y echándome una mano con mis maletas.

Uno de los botones se encarga de guiarme a mi suite. No me pasan desapercibidas las miradas que me dedican; parecen sorprendidos por mi presencia. Empiezo a instalarme en la habitación, dejo mi maleta a un lado y me paro frente al espejo para observar mi aspecto. Llevo el cabello suelto, maquillaje natural y un vestido que resalta mi vientre abultado. Es muy grande. Me llevo las manos a él al sentir como el bebé se mueve y me dejo caer sobre la cama.

Estoy emocionada, feliz, tengo todo un engrudo de emociones y las hormonas más alborotadas de lo normal. Últimamente mi cuerpo solo piensa en sexo y en las caricias candentes de Edward.

Ya está todo preparado; hoy es el desfile. Siento esos pequeños nervios que no suelen ser nervios del todo, sino emoción por volver a pisar una pasarela; me emociona. Estiro mi brazo para coger el teléfono de línea que yace sobre la mesita de noche y marco su número.

—Ya estoy aquí —digo cuando coge la llamada—. Acabo de llegar. ¿Qué estás haciendo?

—Estoy en la empresa.

—Echándome de menos...

—Ni un poco.

Me río.

—Qué mal. Yo si te extraño, echo de menos tus manos en mi cuerpo.

—No me hagas ir a buscarte para follarte de nuevo.

—Cuida a Hades por mí.

—Es un perro feo.

—No lo trates así —refuto—. Hazle cariño y déjalo dormir contigo en la habitación.

—Ajá.

—Tengo que colgar. Quiero descansar antes del desfile. Te llamo luego, ¿si?

—Descansa.

—Adiós.

Cuelgo la llamada y me quito las sandalias para acomodarme en la cama. Solo un rato.

Cuando despierto, más tarde, ya casi es hora y está atardeciendo. Me paro rápidamente, me doy una ducha rápida y me preparo para ir donde acordamos con el equipo.

Bajo del edificio, mi chofer me traslada y respiro hondo cuando el vehículo se detiene y veo a la montaña de paparazzis qué hay afuera, están preparados para tomar todas las fotografías posibles.

Apenas pongo un pie fuera de la limusina, los gritos me llegan a los oídos como un vaivén y saludo a los periodistas con un simple «hola» antes de adentrarme en el edificio. No tengo tiempo para ponerme a responder preguntas amarillistas.

Entrar al vestíbulo me hace sentir... relajada. Llevaba tanto tiempo sin venir, sin estar aquí. La música suena a todo volumen, cada modelo está sentada en sus respectivos asientos mientras las maquillan. Me dirijo a mi silla, que tiene grabado el nombre de Leanne, dejo mis cosas y me encierro en el camerino para ponerme una bata encima. Una vez salgo, regreso al tocador y...

—Es bueno verte de nuevo por aquí.

Me volteo sobre mis talones al oír esa voz... Esa voz.

—¡Lidia! —exclamo.

Caricias PeligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora