FRENTE A LA CHIMENEA
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LeanneLa noche cayó más rápido de lo normal en la ciudad de Milán y el frío incrementó muchísimo en las últimas horas. Empezó a nevar hace unas horas y muero de frío, por lo que, me vi obligada a encender la chimenea para protegerme del frío. Estuve todo el día tratando de evadir mi mal humor por lo que me dijo Angelo hoy, todavía no puedo creer que me vaya a quedar afuera de las siguientes pasarelas.
Edward aún no llegó y no sé si quiero verlo después de lo que hice esta mañana. Estoy molesta, muy molesta. ¿Por qué no pudo decirme del video? Me molestó eso, que no confiara en mí. Ahora estoy más decaída de lo normal, quizá por todo lo que ha estado pasando. Todavía no puedo digerirlo; el video, lo del desfile, Mónica Angelini, la reputación de la empresa y el que ahora me haya quedado fuera de manera momentánea solo lo empeora. Añadiendo que, Edward y yo no estamos en buenos términos porque no hemos cruzado ni una palabra.
Es tarde y decidí servirme una taza de chocolate y ahora me hallo sentada frente a la chimenea que yace justo al lado del enorme ventanal que muestra a todo Milán cubierto de nieve. No ha estado nevando mucho últimamente y me permito disfrutar de la nieve que azota la ciudad. Amo el frío, me encanta sentarme y disfrutar del calor del fuego mientras que todo está cubierto de nieve afuera. Me llevo la taza de chocolate a los labios y me permito saborearla con el ruido del fuego humeante de fondo. Una parte de mí se siente relajada por saber que no perdí mi carrera, pero la otra está completamente estresada por haberse quedado afuera. Cierro los ojos y me permito recapitular lo sucedido en estas últimas semanas. El sueño empieza a adueñarse de mí y me concentro en el sonido que produce el fuego de la chimenea, es tan relajante.
De repente, oigo el ruido que emite el ascensor. Me confirma que Edward ya llegó. Me mantengo en mi posición, oigo sus pasos rápidos y posteriormente, se encierra en la habitación, lo sé porque oigo el sonido de la puerta al cerrarse.
Da igual. Dejo la taza de chocolate vacía sobre el suelo y me dejo caer sobre la enorme alfombra de felpa. Quiero dormir y olvidarme de todo. No puedo lidiar con el tumulto de emociones que cargo conmigo, es demasiado fuerte, como si tuviera las hormonas alborotadas. Primero estoy molesta, después enojada, triste, y para rematar, me dan ganas de llorar por la impotencia que siento.
Nunca me sentí derrotada ni mucho menos débil. Llevo años haciendo lo que amo y queda bastante claro que Chelsea no podrá sacarme del juego tan fácilmente, pero aun así, me afectó un poco. Lo hizo bien, me hizo quedar mal frente a Angelo, frente a todos, incluso las personas que me idolatran.
También, me estresa no estar en buenos términos con Edward, es otro peso que llevo en mi espalda. Me pierdo entre mis pensamientos y no sé por qué recuerdo las palabras de la tarotista que definen mi futuro; placer, dolor, felicidad, miedo y pérdida.
Pérdida.
¿A quién voy a perder? Ruedo los ojos, ¿de verdad me estoy creyendo unas simples palabras? Nadie puede saber mi futuro, solo el impredecible destino. Tan solo espero que mi futuro sea bueno.
—¿Vas a dormir en el suelo?
Su voz me provoca una sensación electrizante y me incorporo sobre la alfombra para mirarlo. Me muerdo la mejilla al ver la imagen que me da; cabello oscuro revuelto, camisa blanca ajustada con los primeros botones sueltos, figura imponente y esos jodidos ojos azules. Desecho los pensamientos. Ya parezco una loca, primero digo que estoy molesta y ahora soy un manojo de fantasías.
—Siéntate —ordeno.
Se me queda mirando.
» ¿No te sentarás? Entonces no podremos hablar.
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Caricias Peligrosas
RomanceLIBRO II • DUOLOGÍA CARICIAS Las emociones que corren por sus venas no se comparan en absoluto con aquello a lo que las personas llaman «amor». Ninguno de los dos creyó que los sentimientos que sienten el uno por el otro serían tan fuertes como pa...