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Rápidamente reaccioné y antes de que se desplomara la agarré.

-Hay que llevarle a un hospital-. Dije con preocupación. A saber que más le habrían echado al cóctel.

-No no no-. Negó. -Usted me lleva a mi casa y mañana estoy como nueva-.

-Esta bien, venga conmigo-. Respondí con algo de duda.

Le agarré por la cintura y caminamos hacia mi coche.

Una vez ya frente a el, abrí la puerta del copiloto y metí a Sarah. Seguidamente me senté en el asiento del conductor y me puse el cinturón.

Al terminar de hacerlo me di cuenta de que Sarah no se lo había abrochado ya que se encontraba tirada en el asiento quitadose el antifaz con algo de dificultad. Así que deduje que tenía que hacerlo yo.

Me acerqué lentamente hacia el cinturón y lo abroché a la primera. Después me fui levantado lentamente y cuando me di cuenta, mi cara estaba a pocos centímetros de la de Sarah, igual que hacía unos minutos. Podía sentir como su perfume invadía mis fosas nasales.

No pude evitar quedarme un rato así, observando cada una de sus facciones hasta llegar a sus labios rojos, del mismo color que su pelo, estaban tan cerca de los míos.

Mierda, es mi maldita alumna, ¿qué coño hago?

Una pequeña risa de parte suya me sacó del trance y un poco avergonzada arranqué el coche y empecé a conducir.

-Está muy diferente con el pelo suelto-. Habló derrepente.

-¿Diferente en qué sentido?-. Pregunté extrañada. Me estaba volviendo a poner nerviosa.

-Que está muy guapa así-. Respondió sin pensarlo.

Casi me salgo de la carretera al escuchar eso.

-Tenga más cuidado, profesora-. Dijo casi riéndose.

A decir verdad, Sarah me ponía nerviosa de una manera muy extraña. Tan extraña que continuamente pensaba en ella y en eso que me hacía sentir.

Intenté mantenerme calmada durante el camino hasta que llegamos a su casa.

Aparqué el coche y miré en dirección de Sarah.

-Despierte, ya hemos llegado-. Dije al ver que estaba dormida.

Ella dió un quejido.

Salí del coche y abrí la puerta del copiloto para sacarla.

Y ahí seguía ella, totalmente dormida.

No pude evitar observarla por un par de segundos otra vez, para darme cuenta de lo bien que le quedaba el pelo negro. Después bajé mi vista a su cuerpo, era hermosa, inevitablemente hermosa.

-Eh, Sarah.. despierta-. Dije suavemente.

-Profesora, ¿y esas confianzas?-. Sonrió mientras abría los ojos lentamente.

Yo sonreí medio nerviosa al escuchar su pregunta.

Ella salió con un poco de dificultad del coche, por lo que la tuve que ayudar a caminar hasta la puerta de su casa.

Y justo cuando iba a girar la llave para abrir se quedó dormida en mis brazos.

-Señorita, despierte-. Dije pero sólo recibí otro quejido de su parte.

Así que tuve que abrir la puerta yo.

Al hacerlo pude contemplar la casa más bonita y lujosa que había visto en mi vida.

-¿Donde está su habitación?-. Pregunté en su oído.

-Mmm.. Arriba aaa la derecha-. Respondió con dificultad.

Caminamos a donde me había indicado.

Entramos en su habitación. Era enorme, con una cama de matrimonio pegada a la pared, un baño propio, un gran armario empotrado y un enorme ventanal con vistas al jardín, en el que había una piscina.

La dejé en su cama no sin antes quitarle la peluca.

Acomodé su pelo rojo sobre la almohada, era tan suave.

-¿Le gusta mi pelo? Creía que lo odiaba-. Saltó.

-¿No se supone que estaba dormida?-. Pregunté con el ceño fruncido.

Y otra vez no obtuve respuesta, así que salí de la habitación.

Un enorme pasillo se encontraba delante mía y no pude evitar dar una vuelta por toda la casa.

Aunque Sarah debería de caerme mal, me intrigaba mucho cómo era su vida, su casa, su familia.

Todas las habitaciones se encontraban amuebladas y perfectamente ordenadas, pero no había nadie dentro. Eso hizo que una pregunta apareciera en mi mente.

¿Donde estaban sus padres?

Bajé las escaleras. El sonido de mis tacones resonaba por toda la casa, así rompiendo su gran silencio.

Y finalmente salí de ella.

I Hate You, I Love YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora