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Después de unos segundos de contacto visual me separe de Ana y miré mi examen.

-¡Nueve!-. Realmente estaba contenta de haber sacado esa nota, ya que en mates solía suspender.

La hora pasó lentisima, Clara no me volvió a mirar ni un segundo después de lo del abrazo.

Finalmente sonó el timbre y yo me levanté junto a Ana.

—Señorita Moore, ¿le importaría quedarse aquí un momento?—. A mí casí se me paraliza el corazón, iba a hablar con ella a solas.

—Te espero fuera—. Dijo Ana antes de dejarme ahí sola con ella.

Yo lentamente que giré en dirección de Clara, que se encontraba mirando unos folios en su escritorio. Y caminé hacia este.

–¿Pasa algo?– Pregunté intentando parecer desinteresada.

–Si, he visto lo bien que han congeniado la señorita Smith y usted– Levantó la vista hacia mis ojos.

–Si, nos llevamos bastante bien. ¿Tiene algún problema con eso?– Me estaba empezando a poner más nerviosa de lo que ya estaba.

–Exacto– Respiró hondo. –Se podrían guardar los gestos de cariño para fuera de clase–. Se levantó e inmediatamente comenzó a recoger sus cosas.

¿Por qué había dicho eso? Ni que estuvieramos cometiendo un delito.

–¿Por qué? ¿Le molesta?–. No me di cuenta que que había preguntado esto hasta que me miró con una ceja alzada.

–Pues sí, me molesta. Así que guárdense los gestos de amor para cuando estén a solas–. Dijo antes de salir casí corriendo del aula y dejarme ahí dentro con mil pensamientos apareciendo en mi cabeza.

El día pasó y yo todavía seguía confusa por lo que había pasado horas antes. Me había estado comiendo la cabeza toda la tarde pensando en esto. ¿Por qué le molestaba? Si otras personas de mi clase se besaban delante de ella, ¿por qué yo no podía abrazar a mi amiga?

Pero bueno, ya eran las 9:39pm y era hora de empezar a arreglarme.

Después de buscar un buen rato por mi armario di con el vestido que tenía en mente.

Era blanco, acolchado y con algunas transparencias. Lo combiné con un abrigo lila y mis converse blancas de plataforma.

–Madre...– Dije al mirarme al espejo, hacía mucho tiempo que no me arreglaba para salir de fiesta.

Todavía me daba tiempo a hacerme algo en el pelo, así que me lo ondulé y me eché un spray con brillos.

El timbre de mi casa no tardó mucho en sonar, así dando a entender que Ana ya estaba afuera esperándome.Bajé las escaleras y me dirigí a la puerta. Al abrirla Ana se encontraba tras ella, mirándome de una manera que nunca había hecho.

Ella llevaba un vestido rojo. Este le hacía parecer más mayor ya que ella siempre usaba tonos pasteles y como era de tirantes, dejaba ver sus hombros y brazos delgados.

–Wow Sarah, estás... impresionante— Dijo incrédula mientas me seguía mirando embobada.

—Jajaja no digas tonterías, por cierto tu también lo estás—. Miré su vestido.

—Ay graciass. Bueno, ¿nos vamos ya?—. Preguntó.

Yo asentí y llamamos a un uber para que nos viniera a recoger.

—De verdad Sarah, estás preciosa—. Dijo mientras esperáramos.

—Deberías de haberme conocido hace barios meses. Así era yo casi todos los
días— Respondí.

—Ojalaa, anda mira, ya está aquí— Señaló a un coche negro que se aproximaba a nosotras.

Al llegar a la discoteca dejamos nuestros abrigos en la recepción y caminamos hacia dentro.

Nada más entrar a la sala principal cerré mis ojos para sentir mejor el sonido de la música retumbar por las paredes del local. Necesitaba sentir esa sensación después de estar meses sin pisar una discoteca.

—Ey, no te quedes dormida y vamos a pedirnos alguna bebida—. Dijo Ana riéndose para después coger mi mano y caminar hacia la barra.

Una vez ya con nuestra bebida fuimos a la pista de baile y comenzamos a beber mientras nos movíamos al ritmo de la música.

Yo en un momento me puse borracha ya que hacía mucho que no probaba el alcohol. Y al parecer se me subió bastante ya que acabamos siendo el centro de atención de todo el mundo.

NARRA ANA

Mientras que bailamos estuve observándola todo el tiempo. No conocía esta parte de Sarah, y conocerla hizo que me gustara más de lo que ya lo hacía.

Después de estar como dos horas bailando  y bebiendo nos apartamos de la multitud. Y empecé a pensar en que había bebido bastantes bebidas alcohólicas y las numerosas calorías que eso llevaba, me quería morir.

—No sabía que bailabas tan bien—. Me dijo sonriendo y yo no pude evitar sonrojarme. Sarah me sacó de mis pensamientos y por unos segundos no sentí ninguna culpa.

Cada vez que me sonreía me enamoraba más de ella.

I Hate You, I Love YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora