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Llegué a casa y subí a mí cuarto. Me puse ropa cómoda y me tiré en la cama a pensar qué debía hacer mañana, seguro se se volverían a reír de mí. ¿Por qué mi mejor amiga me traicionó de esa forma? y... ¿por qué no podía sacarme a Lenox de la cabeza?

Después de algunos debates mentales me fui a comer un poco.

El sentimiento de soledad cada vez era más grande. Mis padres nunca están en casa y los "amigos" que creía tener hace unas horas se reían de mí.

La tarde continuó normal, si se podía llamar así, ya que una personita estaba empezando a alojarse en mis pensamientos.

****

28 octubre 2020-7:00am

Lamentablemente sonó la alarma de mí reloj indicando que me tenía que levantar y prepararme para volver a pasar por el mismo infierno que ayer. Escuchando murmullos y risas a mis espaldas.

¿Tan malo es que me gusten las chicas?

Me duché como todas las mañanas y fui a vestirme. Pero esta vez no quería llamar tanto la atención.

Me puse una sudadera negra y ancha por encima del uniforme. Esta vez no me maquillé tanto, solo con un poco de rímel y en vez de dejar mí pelo suelto lo recogí en un moño bajo.

Así pasaría desapercibida.

Salí de casa y como todos los días caminé al Instituto.

Mí corazón empezó a latir fuerte cuando estaba a punto de entrar. Para mí sorpresa poca gente me miraba, Marta y su grupo no habían notado mí presencia y eso hacía sentirme un poco aliviada.

Entré a mí clase y me senté en el sitio de al lado de la ventana, que ahora era mío.

Pasé las demás horas observando ese parque. Las personas que entraban y salían, algunos haciendo ejercicio, otros paseando a sus mascotas y otros simplemente iban a pasar el rato.

De vez en cuando miraba por pasillo a través de la puerta. Esperando a que Lenox pasara y me hiciera salir de la realidad por algún instante, como lo hizo el día anterior.

Aunque una pequeña parte de mí la seguía odiando, parecía que la empezaba a necesitar.

Al salir de clases tomé un camino distinto, tenía que ir a una farmacia a comprar productos para la herida de mi cara ya que no la he tocado desde que la profesora Lenox me la curó y ya me estaba empezando a escocer.

Llegué a la farmacia y compré lo que me recomendaron. Al terminar salí y caminé a mi casa. Pero un parque a mi izquierda me llamó mucho la atención.

Parecía estar bastante cuidado, pero no había nadie en el.

Entré y me senté en un banco aleatorio a descansar.

Observé el entorno por encima, había árboles, flores y una estatua en el centro. También observé los demás bancos, todos vacíos. Gracias a eso se podía respirar paz y tranquilidad.

Observé los bancos del fondo y extrañamente había una persona, una mujer.

Estuve valorando la idea de acercarme a ella y decidí hacerlo.

Me levanté y lentamente caminé en su dirección. Poco a poco podía ver su rostro mejor y este cada vez más se parecía al de una persona, el de la profesora Lenox.

Mi corazón empezó a latir fuerte al verla allí. Así que tontamente me escondí trás un árbol a observarla.

Estaba muy concentrada leyendo un libro. Y de la nada reaccionó, subió las manos a su cabeza y en un pequeño movimiento se quitó su recogido.

Dejó caer su pelo por su espalda mientras ponía cara de alivio.

Y yo no podía deja de mirarla, era como si estuviese bajo un hechizo.

Después de unos minutos, cuando Lenox parecía estar más normal salí de los árboles y torpemente casi me caigo, haciendo un fuerte sonido que llamó la atención de mi profesora.

Salí y caminé un poco vergonzosa hacía ella, que me miraba con el ceño fruncido.

-Hola profesora Lenox-. Dije con una media sonrisa cuando estaba delante de ella.

-¿Hola?-. Respondió extrañada al verme.

-Hola, ¿puedo sentarme?-. Pregunté señalando un espacio a su lado.

-Esta bien-. Dijo secamente.

Me senté y me puse un poco nerviosa al ver que me había pegado mucho a ella y solo había unos pocos centímetros de distancia entre nosotras.

-¿Me estaba espiando?-. Preguntó derrepente cerrando su libro y mirando hacía delante.

-Eh yo no.. solo pasaba por aquí y la vi sentada aquí-. Respondí nerviosa.

-Me refiero a cuando estaba entre esos árboles-. Señaló donde yo había estado mirándola antes y giró la cabeza esta vez en mi dirección, quedando frente a mi cara.

-No profesora, ¿cómo puede pensar eso?-. Dije con el poco aliento que me quedaba.

Estando cara a cara volví a observar su rostro, sus labios, nariz, ojos, cejas. En su mirada pude ver ese extraño brillo que nunca podía descifrar. Pero ella solo me miraba a los ojos. Las mismas mariposas que sentí la noche de la discoteca me volvían a revolotear por el estómago.

Me empezaron a entrar ganas de besarla, comerme esa boca que estaba a centímetros de la mía pero me contuve.

I Hate You, I Love YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora