26

1.4K 67 1
                                    

Una vez dentro supe donde me encontraba.

Era el parque en el que me encontré a Clara.

Empecé a andar hacía el banco en el que me la encontré por última vez. Cuando estaba llegando vi una silueta sentada en este.

Y efectivamente era ella, pero algo distinta. Tenía puesto unos vaqueros azul oscuro y un top blanco. También tenía el pelo suelto y algo desordenado y estaba leyendo un libro.

Me resultaba raro verla así, vestida como cualquiera otra persona.

Sin pensarlo más, caminé en su dirección. Mientras lo hacía me empezaron a sudar las manos y mi pulso se iba acelerando cada vez más.

Cuando estaba a un metro de ella hablé, ya que no había notado mi presencia.

-Hola-. Dije intentando no sonar nerviosa.

Ella dió un medio salto al escucharme.

-¿Sarah?-. Respondió al verme e inmediatamente volvió a hablar. -Perdón, señorita Moore-. Rectificó.

-Tranquila, me puede llamar Sarah-. Dije con una sonrisa antes de sentarme a su lado.

-¿Qué hace aquí?-. Preguntó confusa.

-Ni yo misma lo sé, me ha traído el viento-. Respondí.

-¿Ha pasado algo?-. Volvió a preguntar.

-Nada, simplemente mis padres se han enterado de lo mío y de lo que le hice a Marta-. Dije sin pensar.

-Siento mucho haberte delatado delante del director, pero no tenía otra opción-. Comentó mientras giraba la cabeza en mi dirección.

-No pasa nada, hiciste tu trabajo-. La miré a ella también.

Nuestros rostros se encontraban demasiado cerca y eso me puso muy nerviosa, así que rápidamente volví a mirar al frente y ella me imitó.

-Clara-. Dije su nombre derrepente, ni siquiera lo había pensado antes de hacerlo.

Ella volvió a girar la cabeza en mi dirección, pero esta vez el doble de rápido.

-¿Qué?-. Dijo con un hilo de voz.

-Tu nombre no está tan mal, no sé porque lo ocultas tanto-. Respondí y la volví a mirar.

Nuestros rostros estaban otra vez cerca, pero esta vez no hiba a hacer nada.

-¿Cómo lo has sabido?-. Dijo en otro hilo de voz y empezó a ponerse igual que mi pelo, roja.

-Los diplomas de tu estantería lo dicen muy claro-. Dije obvia.

-Ahh, claro-. Respondió ella para después levantarse. -Lo siento, me tengo que ir ya-. Dijo antes de caminar hacia la salida del parque.

¿Por qué se fue tan rápido? En fin, ya estaba sola otra vez.

Sin ningún ánimo volví a mi casa, y me llevé una sorpresa al ver que ya no estaban mis padres. En el fondo lo agradecía, pero no me gustaba la idea de ir a un internado, ya que ese sería mi fin y no volvería a ver a Clara.

*****

UN MES DESPUÉS

Pasó un mes y algo más después del día en el que mis padres se enteraron. Marta se fue del colegio, sus padres al enterarse la sacaron inmediatamente y su grupito se fue disolviendo poco a poco. Aunque la gente seguía tratándome como la marginada.

Menos Clara, ella me trataba como una persona normal.

Este día era el último antes de que empezaran las vacaciones de Navidad.

Me encontraba en clase de tutoría, mirando a mi profesora como una boba, mientras que ella ni me miró en toda la hora.

Sonó el timbre e inmediatamente todos salieron a la cafetería, menos yo. Que me encontraba buscando mi móvil ya que no aparecía por ninguna parte.

La profesora Lenox se encontraba a unos metros de mi recogiendo sus cosas. Hasta que me miro a mí.

-¿Necesita ayuda?-. Preguntó.

-No gracias, ya termino-. Yo no la miré, aparte de que estaba buscando debajo de mi mesa tampoco me iba a poner tan fácil.

-Insisto, deje que le ayude-. Caminó hasta mi sitio. -¿Qué está buscando?- Preguntó mientras se agachaba a mi lado.

Yo estaba más nerviosa que antes debido a la poca distancia que nos separaba. Así que me aparte un poco de ella.

-Mi móvil, no aparece por ningún sitio-. Dije un poco molesta.

-¿Ha mirado en su mochila?-. Volvió a preguntar.

-Claro, lo primero que he hecho-. Respondí obvia.

-Déjeme a mí-. Dijo antes de introducir su mano en mi mochila.

Segundos después sacó mi móvil.

¿Qué? Juraría que no estaba ahí.

-¿Donde tenemos la mente señorita?-. Preguntó con una ceja alzada.

En tí. Pensé.

-No me había fijado, gracias-. Su mano se acercó a la mía para entregarme el teléfono.

En el acto nuestras manos chocaron, su mano era muy suave y cálida. Yo me encontraba roja como un tomate, así que avergonzada me levanté.

-Que pase una feliz Navidad-. Dije antes de salir de ahí, ella todavía se encontraba agachada. Pero no quería que notara como me puse.

I Hate You, I Love YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora