25

1.3K 63 0
                                    

Sonó el timbre dando por finalizadas las clases y yo estaba caminando hacia el almacén de limpieza.

Durante las últimas horas nadie me habló, todos me miraban como si fuese una asesina. Pero a mi me daba igual, Marta se lo merecía.

Al llegar me encontré con una limpiadora.

-Mira chica, tienes que limpiar las aulas de 3° y 4° y también el despacho de la subdirectora-. Explicó mientras me daba el carrito de la limpieza.

Mis ojos se abrieron como platos al escuchar las últimas palabras y la señora lo notó.

-¿Te parece mucho? Si quieres el despacho lo limpio yo-. Dijo.

-No no no, está perfecto. Que tenga un buen día-. Respondí con una sonrisa de oreja a oreja.

Siempre he tenido la curiosidad de saber que guarda Lenox en los cajones de su despacho. Y por una vez en mi vida me alegré de estar castigada.

Entré al despacho y cerré la puerta detrás de mí. E inmediatamente me puse a buscar en los cajones.

Después de un buen rato leyendo documentos me dí por rendida, no había nada en ellos, ni siquiera su nombre.

No tube otra opción que ponerme a limpiar. Empecé por el suelo, después por el escritorio y por último le quité el polvo a las estanterías.

Mientras lo hacía me llamó la atención un diploma, así que lo leí.

Con mucho honor le concedemos este diploma a...

CLARA LENOX

Por completar con éxito el Máster de Formación del Profesorado.

A mi casi me da algo al leer esto, ¿Clara? Empecé a decir su nombre en voz alta hasta llegar a gritarlo. Sentía como si hubiese conseguido descifrar el acertijo más difícil del mundo así que me puse a saltar como una niña pequeña.

Así que la persona que había invadido mi mente en estas semanas se llamaba Clara, ¿pero por qué tanto misterio? Si es un nombre precioso.

Terminé de limpiar las demás clases con una gran sonrisa y caminé hacía mi casa.

Al llegar subí rapidamente a mi cuarto y encendí el portátil.

Una vez encendido busqué su nombre. La última vez no pude buscarlo bien y que no lo sabía.

Cuando terminaron de cargar todas la páginas me fuí a la sección de fotos.

Al principio aparecieron un montón de mujeres random, pero después de un rato bajando un rostro me resultó familiar.

Y efectivamente, la foto era de ella.

Se encontraba sujetando un diploma, el mismo que estaba en su despacho. Con una sonrisa de oreja a oreja y una mirada que desprendía vitalidad. Su pelo era largo y liso, más que ahora y tenía puesto un vestido blanco que le quedaba perfecto.

Se le veía más joven, por lo que esa foto tendría que ser de hace varios años.

Me pasé unos minutos mirando la foto, no podía quitar los ojos de esa sonrisa tan perfecta que pocas veces había visto.

****

AL DÍA SIGUIENTE

Me levanté sin intención de ir a clases, no me apetecía ser el centro de atención de todos y tampoco ver a Marta con la nariz rota. Así que me quedé en casa.

Me puse unos pantalones negros sueltos, un top de manga larga blanco y unos zapatos deportivos blancos. Tampoco me iba a quedar en pijama.

La mañana pasó normal, pero había alguien que no me podía sacar de la cabeza. Y estaba claro quién era, Clara.

Hasta que llegó la hora de comer, cuando el sonido de una puerta abriéndose llamó mi atención.

Rápidamente me asomé por las escaleras. Se trataba de mis padres.

-¡Sarah!-. Gritó mi padre.

Y yo inmediatamente bajé las escaleras.

Mis padres al verme fruncieron el ceño.

-Sarah, explicanos por qué van diciendo por ahí que eres lesbiana-. Dijo mi madre enfadada.

Sentí como las articulaciones se me paralizaban.

-¿Co.. Como os habéis enterado?-. Pregunté tartamudeando.

-¿Creias que no nos íbamos a enterar de lo que le has hecho a Marta?-. Respondió mi madre.

-Lo siento-. Dije.

-¿Como que lo sientes? Ah, y ahora mismo nos explicas eso de que eres lesbiana-. Dijo mi padre.

Yo tomé aire, ya que lo que iba a decir cambiaría mi vida para muy bien o para muy mal.

-Si papá soy lesbiana, ¿y qué?-. Respondí lo más segura posible.

-¿¡Como se te ocurre decir eso!?-. Gritó mi madre.

Y ahí sentí como mi vida se volvía a desmoronarse.

-Porque lo soy-. Respondí mirando al suelo.

-No voy a permitir que mi hija sea lesbiana-. Dijo mi padre mirándome con asco.

-¿Y qué hija tienes tú? ¿La persona a la que abandonas desde pequeña y le das trozos de papel para que pueda sobrevivir sola?-. Dije haciendo referencia a los billetes. La sangre se me empezó a calentar.

Me daba mucho coraje que cuando les conviene me traten como su hija, porque el resto del tiempo yo no existía. Nunca recibía llamadas de ellos, ni siquiera mensajes.

-Vuelve a decir eso y...-. Mi padre me levantó la mano y yo dí un paso atrás.

-Mira Sarah, como volvamos a escuchar algo de eso te metemos en un internado. ¿Entiendes?-. Explicó mi madre.

-Que os den-. Dije antes de correr hacía la puerta y salir de mi casa.

Una vez fuera empecé a andar sin ningún rumbo, solo quería estar lejos de mi casa y de mis padres.

Mis padres no me apoyaban. Pero sinceramente no era eso lo que más me preocupaba. Era lo del internado, no quería pasarme 1 año encerrada con cientas de personas más, hasta que cumpliera los dieciocho.

Después de diez minutos andando llegué a un parque que me resultaba familiar y entré.

I Hate You, I Love YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora