Aún recuerdo cómo se me revolvió el estómago cuando él me contó que le gustaba ella. Lo nervioso que estaba cuando me pidió que le pasara la notita en la que le pedía salir. También la sonrisa que se formó en su cara cuando ella le dijo que sí, y la manera en la que le brillaban los ojos cuando me hablaba de lo maravillosa que era.Aún recuerdo ese sentimiento que me consumía por dentro a medida que pasaban los días en los que les veía abrazarse, darse la mano o echarse miradas que lo decían todo. El nudo en la garganta cuando me decía que no íbamos a poder vernos por la tarde porque había quedado con ella y las noches en las que me quedaba mirando al techo preguntándome en qué momento nos habíamos distanciado tanto.
Aún recuerdo a mi yo de doce años llorando en su cama cuando mamá anunció que me cambiaría de colegio. Todavía siento el abrazo que esperé cuando nos despedimos, pero que nunca me dio. Supongo que quizás no éramos tan amigos como yo creía. Supongo que solo le daba abrazos a su novia.
Aún recuerdo el tiempo que estuvimos sin contactar. Y todo lo que le eché en falta cuando estaba con los amigos que hice en el nuevo colegio.
Aún recuerdo el día en el que volvimos a hablar después de casi un año. En el que nos pusimos al día de nuestra vida. Él me contó que lo había dejado con su novia hace un par de meses, cosa que me hizo sentir demasiado bien de lo que me gustaría. Yo sin embargo, no le conté nada interesante, pero me alegré demasiado de volver a escucharle.
Aún recuerdo el día en el que mi madre me dijo que iba a volver a mi antiguo instituto, cuando ya tenía dieciséis años. Me invadió tanto la felicidad que corrí a llamarle para contarle la noticia, y él se alegró tanto como yo. También me acuerdo del grito que pegué cuando vi que íbamos a la misma clase.
Aún recuerdo todo.
Y así, pensando en nuestra amistad a lo largo de los años, me dirigí a clase. Una clase en la que estaría él. Dios, creo que me iba a morir en ese momento. Es decir, ya nos habíamos visto en persona, unos días antes de hecho, pero... Iba a tenerle seis horas diarias a mi lado, como en los viejos tiempos.
Entré en el recinto del instituto y un montón de recuerdos de cuando estudiaba allí volvieron como si nunca me hubiera ido. Miré a mi alrededor y había muchísima gente de todos los cursos hablando y reencontrándose tras las vacaciones.
—¡Collins!— me llamó la atención una voz conocida.
Me di la vuelta y allí estaba él, acompañado del resto de nuestros amigos. Pero yo solo me fijé en él, ya que era el que más conocía.
—¡Shelton!— sonreí y me acerqué al grupo.
Todos me saludaron y empezamos a hablar de los temas de siempre: fútbol, chicas y meternos con Vincent. Pude reconocer a algunas personas que iban a mi curso antes de que me fuera al otro colegio, pero no me hablaba prácticamente con ninguna.
No fue hasta unos minutos después que entramos a clase y vi a la persona a la que menos quería ver.
Candy Johnson, su ex.
Mierda. ¿Estaba en nuestra clase? Supongo que la respuesta era sí.
Bueno, la tutora se presentó y dijo que nos fuéramos sentando según nos llamaba en orden de lista, cosa que no me gustó porque mis amigos eran de los últimos y yo de los primeros.
—¿Axel Collins?— me nombraron el tercero y me senté en el lugar que me señalaban.
Siguieron llamando a gente hasta que empezaron a llegar hasta mis amigos.
—¿Derek Parker?
El más alto de nuestro grupo tomó asiento. Sinceramente, tampoco es que se juntara demasiado con nosotros, ya que tenía otro grupo. Pero por las veces en las que había hablado con él me caía muy bien.
Unos puestos más atrás, le nombraron a él.
—¿Henry Shelton?
Mi mejor amigo fue a su mesa. Se quitó su mochila lentamente y se sentó. Me vio mirándole, me regaló una sonrisa divertida, y me gesticuló con los labios un "verás que mierda de profes nos tocan."
Un puesto detrás, dijeron el nombre de la última persona del grupo.
—¿Isaac Vincent?
Puso esa cara que hace siempre para creerse guay y se sentó en su silla. Aunque, a pesar de que nos metíamos tanto con el chaval, era un tío de diez.
Las horas simplemente pasaron, demasiado lentas por cierto. El caso es que cuando por fin salimos de clase, esos sentimientos que recordaba tan bien, volvieron.
—Buah. ¿Has visto a la que se sienta al lado de la ventana? Está buenísima— me dijo Henry.
Aparté la mirada y miré al frente para que no se notara la punzada en el estómago que había sentido.
—Sí, sí. Está de locos.
Él solo sonrió orgulloso y seguimos caminando en silencio. Íbamos de camino a mi casa, ya que la suya estaba un poco más lejos, pero siempre me acompañaba.
De vez en cuando nuestras manos se rozaban por culpa de que Henry ande como un estúpido pato y no sepa caminar recto. No era necesario entablar una conversación. Los dos éramos personas algo reservadas a veces, y nos daba igual. No necesitábamos opinión de nadie, solo nos importaba la del otro, cosa que era genial porque nos entendíamos demasiado bien.
Llegamos a la puerta de mi casa y simplemente murmuramos un seco "adiós" para que después él siguiera su camino, sin mirar atrás. Cualquiera que no nos conociera podría pensar que en verdad no éramos amigos y que nos odiábamos en secreto, pero no era así. Ese simple intercambio de palabras significaba mucho, o por lo menos para mí.
Entré en casa y me encontraba solo, ya que mis padres trabajaban y mi hermano estaba quien sabe dónde. Me tumbé en el sofá y suspiré.
Aún recuerdo cómo unos años más tarde, me di cuenta de que esa relación que tanto me mató por dentro no significaba nada. Que solo tenían doce años y es imposible querer a nadie a esas edad.
Aún recuerdo cómo ese mismo día me admití a mi mismo que lo que tenía eran celos. Y no celos de amistad.
Aún recuerdo cómo tuve que asimilar que me gustaba mi mejor amigo.
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Gay Panic
RomanceAxel y Henry son mejores amigos. ¿Qué pasará cuando se den cuenta de que sienten cosas el uno por el otro? ¿Tendrán el valor suficiente para amar?