Henry

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Desde que era un mocoso, mi padre siempre me dijo que Dios no existe. Que cuando morías, no te ibas ni al cielo ni al infierno, simplemente te pudrías en tu tumba.

Pues bien. Eso era mentira.

Porque cuando besé a Axel por primera vez, yo estuve en el puto cielo.

No le digáis a Vincent que he dicho esto, que luego me llama cursi, el muy gilipollas.

El caso es que estaba tan feliz que podría saltar de puta alegría. En mi cabeza no entraba que yo también le gustaba a Axel.

Después de darnos otro beso, decidimos volver con el grupo. Mientras andábamos, entrelacé nuestras manos y vi de reojo cómo sonreía. Y claro, ese gesto no pasó desapercibido para nuestros amigos.

—Ya era hora, maricones— dijo Luna cuando llegamos hasta ellos.

—¡Celia, me debes cinco euros capulla!— chilló Laia. 

—Y una polla como una olla. Yo nunca acepté la apuesta— contestó la otra.

Ambas se pusieron a discutir mientras que yo fruncí el ceño.

—¿Era tan obvio?

—Ni te lo imaginas— negó Vincent con esa sonrisa de gilipollas que tiene.

—Joder. Como me alegro. Vivan los maricones— Lizzy hizo como si se limpiara las lágrimas.

—Yo digo que se den un besito— dijo Luna.

—¡Beso, beso, beso!— empezó a gritar Laia, que ya no discutía con Celia.

Axel se puso muy muy rojo y yo me quedé mirando al suelo, mordiéndome la parte interior de la mejilla para no sonreír.

—Aww, mira. Les da gay panic— comentó Lizzy.

—Que te jodan, Nicols.

Y de repente, me acordé de la presencia de Miss Zorra, quien no había dicho nada hasta ahora. La miré algo desafiante. Como tuviera cojones a decirnos algo, la arrastraba de los pelos por toda la cuidad.

Todos nos la quedamos mirando en silencio, esperando a que abriera la boca. Terminó sonriendo, la muy hija de puta.

—Me alegro por vosotros. Pero, ¿sois novios o no sois novios?

Axel y yo nos miramos. Supongo que la pregunta nos había enganchado las pelotas.

—Por ahora no— hablé yo. —Pero te juro por mi madre que este chico va a terminar siendo mi novio.

La respuesta pareció sorprenderle. Come mierda, cabrona. Incluso Collins me miraba con los ojos muy abiertos. Yo acerqué su mano a mi boca y le di un beso en el dorso como respuesta.

—¡AY, QUE ME MUERO DE AMOR!— Luna empezó a llorar y todos la miramos raro.
—Dejarme, vale. La regla influye, son muchas hormonas.

—Que conversación más normal— dijo Vincent.

***

Un rato después, volvimos a pillar el bus para volver a nuestras putas casas. Ahora si éramos pares, así que pasamos de ponernos detrás del todo. Mi intención era sentarme con Axel por supuesto, pero la cabrona de Mónica cogió y se sentó a su lado. Por lo que, cagándome en todos sus muertos, me fui muy cabreado al lado de Vincent.

—Tampoco es para tanto.

—Me da igual. Me quiero sentar con él.

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