De vuelta en esta puta cuidad de mierda.La única parte buena es que veía a mi hermana.
La parte mala era que hacía un calor de mierda.
La parte horrible era que ese día mi padre estaba en casa.
Metí la llave en la cerradura y abrí la puerta de ese jodido infierno al que también conocía como casa.
Creo que se nota que ese día estaba de mal humor.
Tragué saliva cuando escuché a mi padre silbando en la cocina.
—Hola, papá— saludé.
—Oh, hola hijo. Por fin vuelves— respondió sin despegar la mirada del periódico.
Se ve que alguien echaba de menos pegarme e insultarme, ¿no?
—Sí. Voy a mi cuarto a deshacer la maleta.
No esperé una respuesta porque sabía que no la iba a haber, así que me dirigí directamente a las escaleras.
Dejé la maleta en mi habitación y fui a la de Leslie. Ella no estaba allí, en su lugar había una nota en la que decía que se había ido a la piscina con sus amigas. Bufé. Me iba a tocar deshacer la maleta de verdad.
Estaba guardando la ropa en los cajones cuando escuché a mi padre subir las escaleras. Me tensé.
Tal vez tenía suerte y solo iba a su habitación a coger cualquiera cosa, pero fue así y terminó abriendo la puerta de la mía.
—Henry, no te he preguntado. ¿Qué tal las vacaciones?— se sentó en mi cama.
Ese tono amable tampoco me pareció raro. A veces le daba por pretender que era buen padre y hablarnos como si nada.
—Bien. La casa de mi amigo es súper grande, y tiene piscina— obviamente omití el detalle del parto de Abby.
—Ah, qué bien. ¿Bajasteis algún día a la playa?— se levantó y empezó a observar por toda la habitación, deteniéndose a mirar mis medallas del fútbol.
Mi tensión aumentó mucho.
—Eh... Sí, casi todos los días— contesté, guardando ropa en el armario.
Gran error. Cuando me di la vuelta, mi padre había abierto uno de los cajones de la mesilla y observaba unas fotos que me había hecho con Axel en la cabina del centro comercial. Y para mi desgracia, en una de esas fotos, le besaba la mejilla.
—Papá...— empecé, con el corazón latiéndome a mil por hora.
—Hijo, ¿qué mierda es esto?— me interrumpió bruscamente.
—Es solo un amigo... Estábamos de coña y...
—De coña...— repitió, riéndose.
Se me empezaron a llenar los ojos de lágrimas. Me iba a dar una paliza y ambos lo sabíamos.
—Henry, te tengo dicho que las mentiras son malas...
—¡No es mentira! Yo...
—¡Qué te calles!— me gritó, muy enfadado.
Cerré los ojos con fuerza cuando se acercó a mí dando sonoras zancadas.
—Dime... ¿Este marica es tu novio, o algo por el estilo?
—¡No! ¡Te lo juro!
No me dio tiempo ni a ver venir la bofetada que me pegó.
—¿¡Tienes idea de la vergüenza que me causa tener un hijo homosexual!?— me gritó. —¡Y no solo a mí, también a tu madre, y a tu hermana!

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Gay Panic
RomantizmAxel y Henry son mejores amigos. ¿Qué pasará cuando se den cuenta de que sienten cosas el uno por el otro? ¿Tendrán el valor suficiente para amar?