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El único sonido que cubría la sala del trono era el pasar de las hojas. Morfeo seguía obstinado con investigar sobre vórtices, Rose Walker y los tres arcanos mayores que se habían escapado. Ni siquiera había descansado, todo tenía que ver con la discusión con Lucienne.
Amaia volvio a la Ensoñación luego de comer unos brownies en una cafetería mortal. Había invitado a su esposo pero el se había negado diciéndole que se tomará su tiempo.
—Hola de nuevo, esposo mío— la azabache unió sus manos en su regazo.
—Esposa— saluda con delicadeza cerrando un libro de golpe.
La arcangel se sentó en su trono en silencio. El siguió en lo suyo.
—¿Puedo recostarme en tu regazo?
Morfeo mira a su esposa antes de fijar su vista en los reposabrazos de ambos tronos. Al notar esto la azabache utilizo su magia para juntar ambos tronos y retirar los reposabrazos.
—Claro— una sutil sonrisa se dibujo en el rostro de Morfeo.
Amaia sonríe antes de recostar la cabeza sobre las piernas de su esposo. Admirando la belleza del eterno, sin importar el ángulo el era perfecto.
—Sueño— canturreo la arcangel—. ¿No es un buen día?— el eterno asiente—. Tan bueno... ¿Como para tratar de disculparte?
—¿De que habla, mi reina?— pregunta dejando un libro en otra pila.
Centrando toda su atención en su esposa.
—Hablo de que fuiste algo duro con Lucienne— recordó—. Teniendo en cuenta que ella cuido del reino durante tu ausencia, además fue una parte fundamental para su reconstrucción.
—Se que fui muy duro...
—Te fuiste cien años, Morfeo— ella tomo su mano para entrelazar sus manos—. Nada es igual... Le dijiste a Gold que no podía cambiar— el eterno se sorprende al escuchar las palabras de su esposa—. Pero tú lo has hecho y no lo puedes negar, además ella tiene razón, Rose Walker es peligrosa y...
La arcangel fue interrumpida pues en ese momento un pequeño movimiento sacudió la sala del trono. Se enderezó confundida pero termino cayendo por una sacudida más fuerte.
Utilizo su magia para evitar rodar por las escaleras. Se quejó, Morfeo se levantó de inmediato para ayudarla.
—Mi reina...
—Gracias— ella sobo su rostro levantándose—. Mierda, me duele.
El pelinegro suspiró. Ambos empezaron a ver los daños del terremoto en la estructura. Está era la primera vez que sucedía y el hecho de que sucediera tras el descubrimiento de un vórtice.
Las grietas en el vidral eran muy notarias.
—¡Luci! ¿Estás aquí?— los pasos detrás de ellos se detuvieron abruptamente—. ¡Oopss! Perdonen, jefes, estaba buscando a Lucienne... ¡Adiós!— nervioso agitó la mano dándose la vuelta.