las cartas que nunca envié.

Prólogo

En el silencio de la noche, en medio de la penumbra donde nadie sabe lo que escondes o haces, actúas precavido, eres audaz y callado al mismo tiempo - sin necesidad de decir todo lo que piensas, siempre terminas diciendo lo necesario, siempre sin dejar ver lo que de verdad atesoras en aquel cajón que yace en entre los escombros de tu agrietado corazón. Aquel secreto que juraste jamás dar a conocer, aquella noche que se volvió parte de tu calendario festivo; las palabras que susurraron a las 3am en medio de la nada, esas noches en vela donde comenzaste a creer que el amor aun existía; los días grises cuando el mundo caía sobre ti, la fuerza de voluntad que forjaste, y juraste ser inquebrantable a medianoche casi se desploma; la sonrisa que diste después de un inocente cumplido, la ingenuidad con la que te tomaron el pelo; aquello que gritas entre llantos y suspiros de almohada, la aprobación desesperada de una madre que daba luces intermitentes, y estuvo poco presente... fueron tantos los momentos que guardaste, y fueron tan pocas las veces que estallaste y jamás hablaste. Nadie vio nada, así que nadie sabe nada; nadie oyó nada, así que nadie dijo nada; nadie sintió nada; así que nadie te consoló; solo quedaste tú en la penumbra de tu alcoba, sentado junto a la cabecera de tu cama acallando tu dolor; aquel que fue provocado, pero jamás remediado, así que nadie aquí tiene la culpa más que tú. Entre sollozos y luces de esperanza; tal vez halló fe en algo, tal vez decidió creer en alguien, tal vez solo se cansó de tanto, y decidió ser poco para todos, y volverse demasiado para pocos. El silencio siempre le resultó, pero estaba cansado, así que ahora está hablando todo aquello que calló y sufrió solo por dos años: agonía, amor, melancolía, ira, felicidad, soledad, fe, esperanza y añoranza; aquí yacen todas las palabras que jamás me atreví a decirte a la cara...

Porque nunca sé es tan ingenuo, ni tan inocente, ni tan estúpido cuando se trata de amar y ser amado.