Capítulo 60

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Alessa

Solicitar permiso para una revisión médica es uno de los procesos que menos quisiera alguien realizar. Salí del edificio envuelta entre las quejas frías de Tadashi al frio del invierno. Me ajusté el abrigo mientras casi corría hacia Luke que me esperaba justo en el mismo sitio donde lo había llevado el día anterior. Sonreía como si nada estuviera mal, y joder, se suponía que así era, pero el problema era mío... quizá.

—Sígueme —dije pasando a su lado de largo.

Luke se volvió y me siguió. Fue así hasta que me detuve en la primera cafetería que encontré. No había salido del edificio desde que empecé a trabajar para Tazu Entertaiment, era una turista más al lado de Luke.

Luke intentó tomarme la mano al entrar en la cafetería, pero deslicé mi mano fuera de su alcance. Llevó sus manos a la espalda y me siguió hasta tomar asiento frente a mí en una de las mesas de la ventana. El lugar tenía un buen aspecto, de los caros, de esos que te cobran la calefacción y el aire que respiras.

—¿Qué les ofrezco? —dijo la chica que llegó frente a nosotros. Agradecí que hablara ingles porque Issey no estaba allí para salvarme—. Les podemos ofrecer el café y el postre de la casa que consiste en café negro del bosque y un delicioso pie de manzana con toques de chocolate y cereza.

Quise decirle que eso era muy americano como para ser de la casa, pero suponía que lo describían de esa forma para que los extranjeros lo entendieran.

—Ese está bien para mí —dije llevándome una mano al cuello.

Luke me miró suspicaz, quizá entendiendo que en realidad no quería nada, solo quería que me dijera qué había venido a hacer para volver a Tazu y seguir el trabajo pendiente que seguro se apilaba en mi tablero. Pidió un frappé y un pan con un aspecto más local.

Nos quedamos en silencio luego de que la chica se marchó. Nos miramos, quizá apreciándonos, quizá retándonos. Tragué. Quería lanzármele encima y besarlo. No. No. Mantente firme.

—¿Cómo encontraste dónde trabajaba? —dije.

—Una noche mientras te estabas quedando dormida aproveché para preguntarte... y me lo dijiste —dijo. Pinchó un grano de azúcar en la mesa y me miró de regreso—. Llamé al número que encontré en internet, pero era de Corea. Pedí información de ti, me la negaron. Me pidieron mi nombre cuando les dije que era tu familiar y me buscaron en su base de datos. Me pusiste como tu contacto de emergencia.

—Siento no habértelo dicho antes de hacerlo... —me sonrojé.

—Oh, no... —sacudió la cabeza—. Me salto el corazón de felicidad cuando me lo dijeron. Enseguida me ayudaron con la información.

Asentí.

—Estas más delgada —dijo frunciendo sus cejas.

—Mis horas de sueño se han acortado y he tenido un poco de gripa —hice una mueca—, no es grave, estoy bien.

Entonces me fijé en su suéter que seguro no era de un grueso suficiente para abrigarlo en el frio del invierno japones.

—¿Por qué no traes abrigo? Hace demasiado frio.

Luke resopló una sonrisita y me miró divertido.

—Mi madre diría lo mismo y agregaría que me lo advirtió —pellizcó la tela delgada de su manga—. En Australia es verano. Creo que me atonté al empacar.

Asentí y nos quedamos en silencio. Mirándonos. Respirando el aire del otro. Hasta que la chica del pedido llegó y nos lo explicó de nuevo como si la primera vez no hubiese sido suficiente. Le agradecimos y de nuevo el silencio penetrante y pesado nos embarcó. Me pregunté si Luke se sentía tan presionado como yo.

Luke apartó su mirada para ver su postre y tomó sus palillos para pincharlo. Se lo llevó a la boca, pero antes de siquiera abrirla para comer lo volvió a dejar sobre el plato y soltó los palillos.

—Alessa, ¿qué sucede? —me miró. Serio. Sin dudas—. ¿Ha cambiado algo entre nosotros? Te siento como si hubiese hecho algo malo, es solo que no sé qué. Es la visita repentina, ¿es eso? Habla conmigo, por favor.

Cerré los ojos mientras el recuerdo de los meses en espera en Queensland pasaban en mi cabeza como espejismos lejanos y solitarios.

—¿Por qué me abandonaste en Queensland? —las lágrimas hicieron camino entre mis parpados.

Luke se quedó quieto sin entender qué había sido eso. Mi pregunta lo había agarrado desprevenido como si lo que esperaba fuera otra cosa, quizá como una infidelidad o una despedida, pero no aquello que pensó estaba enterrado. De las cosas más estúpidas que hace la humanidad es callarse para sufrir en silencio mientras el problema se hace una bola inmensa de hielo que luego azota a todos los involucrado en invierno.

Tragó, fue evidente. Miró su postre y luego a mí de nuevo.

—Siento mucho lo que hice —dijo mientras sus dedos temblorosos buscaban los palillos en la mesa—. No fue mi intención dejarte tan sola en Queensland... yo...

—No quiero que te disculpes de nuevo, Luke —me fregué la cara quitando las lágrimas antes de que alguien me viera—, lo que quiero es que me digas qué sucedía mientras yo esperaba.

—Está bien —musitó cabizbajo.  

ENTRE NUBESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora