Capítulo 37

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Alessa

Me encantaban los finales de mes porque era el único día en el que escuchaba la voz de Luke a través del teléfono. Había pasado tres meses, y aun no comprendía cómo sobreviví hasta ese momento.

Tomé el teléfono y marqué el número de Luke. Respiré al no obtener respuesta, Luke debía estar durmiendo y no esperando mi llamada.

—¡Aquí estoy! ¡Aquí estoy! —dijo Luke contestando la llamada—. ¡No me estaba durmiendo!

Claro que se estaba durmiendo.

—Estaba a punto de llamar a mi madre —dije. Nos reímos.

—Quiero besarte, besarte mucho —dijo. Me apoyé en la pared—. ¿Me vas a besar?

—Claro que sí —me sonrojé—. Yo también quiero besarte y abrazarte.

—¡Tengo que contarte algo! —su respiración golpeo el micrófono.

—Soy toda oídos.

—¡Me he comprado un amplificador con los ahorros de los dos veranos! —pude sentir su felicidad en mi piel—. ¡Ha llegado esta mañana a mi habitación! ¡Creí que no me dejarían tenerlo, pero les he dicho que es para las clases de música! ¡Mr. Musician me apoyó!

—Siempre serás su favorito —susurré.

—¡Aún estoy dándole vuelta a los efectos que trae, es espectacular! —dijo—. Es increíble.

—Pudiste haberme dicho que no tenías amplificador —raspé un cascarón de pintura de la pared.

—Aún no he encontrado la forma de agradecerte la guitarra —soltó una risita—. Gracias por todo, Lessa.

—¿Lessa? —alcé una ceja, aunque sabía que él no podía verme.

—Diminutivo de Alessa —se precipitó a decir—. Mi hermosa Lessa.

—Lessa —repetí.

—O'Briend —llamó alguien tras de mí, me volví, era la monja encargada—, las demás también esperan su llamada.

Vi a las chicas malhumoradas haciendo la fila y gruñeron.

—Tengo que irme —dije.

—¡No! —respondió Luke—. ¡Tengo que contarte sobre la canción que estoy haciendo para la clase de música!

—¡Me lo cuentas la próxima vez!

—¡Lessa, no te vayas! —se apresuró—. ¡Mr. Musician me ha inscrito en un evento de música en Brisbane!

—¡Te amo! ¡Dile a Owen que debe lavar sus calzoncillos! —me removí escuchando los gruñidos.

—¡Te amo! —fue lo último que escuché de Luke y corté.

Dejé el teléfono en su lugar y me fui campante.

Que extraño era no poder comunicarse con nadie. Desde que estaba en Dunloe no había hablado con Owen o Rob. Los extrañaba. El fleco rebelde de Owen y la calva de Rob.

Entré a la habitación y me senté en la cama. No había mucho que hacer los domingos cuando no nos obligaban a permanecer en la capilla. Saqué un cigarro y lo fumé.

Necesitaba que el tiempo volara. Deshacerme de esas notas infernales de los docentes y visitar a Luke.

Me tiré en la cama y cerré los ojos. Me imaginé a Luke desnudo. Solté una carcajada. Su sonrisa pícara y sus cejas sugestivas no estaban en sincronía. Él estaba de panza sobre la cama. Sostenía entre sus dientes una rama con hojas como esa «ave de la paz», y cruzaba los tobillos. No entendí por qué me imaginaba una manzana sobre la curva de su espalda. Parecía un banquete a punto de ser servido. Él era todo mío. Mis manos acariciaron mi cuerpo esa noche.

Dos semanas después, me llamaron a dirección. La monja directora no me atendió. Fui castigada por la monja suplente, que habló sobre mi conducta indiferente con respecto a mis notas. Estaba segura de que no tenía una conducta indiferente, nadie más que yo, deseaba salir corriendo de allí. Me costaba respirar en Dunloe.

Dos semanas después, hacía fila para reclamar mi llamada mientras la señora de la limpieza nos trapeaba los zapatos al deslizarlo por el pasillo. Después de hora y media, al fin pude marcar el número de Luke quien respondió al instante.

—¡Okey! ¡Seré breve! —soltó el aire al micrófono—. ¡He sido seleccionado para el evento en Brisbane! ¡Estoy emocionado por ir! ¡He guardado el dinero para el boleto de avión! ¡Te amo! ¡Y te extraño!

—¡Me he quedado sorda! —respondí en una sonrisa—. ¡Felicidades, amor! ¡Eres el mejor! ¡Te amo! ¡Y espero que guardes los videos del evento!

—Lo haré —resopló una sonrisa. Las mejillas me dolían de sonreír—. Y tú, ¿Qué tal? ¿Qué has hecho además de estar lejos de mí?

—Vestir trajes monocromáticos rallados y ver cómo la luz entra por una rendija en la esquina de la celda —apoyé mi hombro en la pared.

—¿Estás sola? ¿Quieres tener sexo por el teléfono? —su voz sensual me agarró desprevenida.

No pude evitar reír. Las demás alumnas me miraron como si estuviera loca. Seguro parecía un tomate.

—La monja puede escucharte —musité.

—¡¿Qué?! —se espantó—. ¡Mis disculpas, señora! ¡Yo...!

—Es mentira —reí.

—Cuando te vea, te arrepentirás de haberlo hecho —gruñó juguetón.

«¿Es Alessa?» Logré escuchar.

—¿Es Owen?

—Es ella, pero no tiene mucho tiempo —dijo Luke a Owen.

«Pásame el teléfono» escuché a Owen gruñir.

—Dice Owen que te manda saludos —dijo Luke.

—Dile que le quiero mucho, que deje de ver porno.

—Lo haré —rio Luke—. Amor, espero verte pronto.

—Créeme, cuando voy a la capilla en lo único que pienso es en salir corriendo de aquí —me separé de la pared.

—Odio Dunloe —sonó enfurruñado.

—Te amo, debo irme —miré a la monja ceñuda que venía hacía mí—. Espero que me cuentes cómo te fue en Brisbane.

—Desearía que me acompañaras.

—Te amo —me acerqué a la caja telefónica.

—Yo te amo más —dijo, y dejé el teléfono en su lugar.  

~~EN~~

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