Capítulo 46

7 6 0
                                    

Alessa

Luke se quedó quieto, como procesando el hecho de que yo estuviera frente a él. Calder se inclinó para ver qué sucedía.

—¡Alessa! —dijo Calder. Su brazo suelto se balanceó como si fuera de trapo—. ¿Por qué abandonaste a Luke? Sara me dejó y tú abandonaste a Luke.

Me acerqué hasta tomar el brazo suelto de Calder y pasarlo sobre mis hombros. Luke no apartaba su mirada de mí, pero no decía nada.

—¿A dónde vamos? —agregó Calder que estaba demasiado ebrio para enterarse que lo estábamos metiendo al taxi que lo llevaría directo a casa. Le tendí dinero al chofer y se fue.

Luke y yo vimos el auto alejarse, las luces formar sombras entre los árboles. Exhalé. Miré a Luke que aun observaba el auto, a lo lejos. Me atreví a deslizar mi mano hacia la suya y entrelazar nuestros dedos. Luke respingó haciéndose a un lado. Me miró como si yo fuera un extraterrestre y luego me soltó. Me miró unos segundos a los ojos y luego se abalanzó hacia mí. Sus manos me tomaron ambos lados de la cara y presionó nuestros labios. Abrí mi boca para recibir su cálida lengua. Sus manos dejaron mi cara y enroscó sus brazos en mi cintura. Me alzó y me sostuve de sus hombros.

Amaba su calor.

Amaba su bienvenida.

Y entonces, se separó deteniendo nuestro beso aun manteniéndome alzada entre sus brazos. Le sonreí, y sus hombros temblaron en respuesta. Un sollozo salió de sus labios y comenzó a llorar.

—¡Dios! ¡No puedo creerlo! ¡Estas aquí! —se le cortó la voz.

Tomé su rostro entre mis manos.

—No llores, mi amor —susurré—, estoy aquí... contigo.

—Es un llanto de felicidad —musitó. Y lo besé.

No podría decir cuánto tiempo nos mantuvimos allí, sin soltarnos, sin dejar de besarnos y decirnos «te amo».

—¡Felicidades! —musité cuando nos detuvimos para respirar—. ¡Lo lograste! ¡Y seguirás logrando todo lo demás!

—Solo si estás conmigo —dijo sonriendo. Sus lágrimas habían desaparecido.

—No creo ir a ningún lado —rocé nuestras narices.

—Y yo no te dejaré ir —me apretó. Me bajó de sus brazos y nos tomamos de las manos.

—¿Regresaras al baile? —le apreté la mano.

—¿Bromeas? —alzó una ceja—. ¡Jamás te dejaría por un baile mediocre!

—Y por un buen baile, ¿sí?

—Cómo te he extrañado —musitó y me besó.

Sonreí.

—No quieres bailar allí —susurré—, pero, ¿qué te parece bailar en privado conmigo?

Luke se atragantó en su risa. Lo tomé de la mano y nos acercamos al auto donde el guardaespaldas me esperaba.

Llegamos al hotel después de media hora. Y al cerrar la puerta me abalancé a Luke para sacarlo de ese traje sensual que lo envolvía. Entre besos y arranques de ropa llegamos a la cama.

No podía separarme de su boca, su sabor adictivo. La dejé para bajar a su cuello. Su olor embriagador. Me encantaba su respiración entrecortada y me provocó morderlo sintiendo su excitación crecer.

Hizo que me detuviera y en un segundo, tomándome de la cintura, me dejo bajo de él tomando el control de los besos.

—No traigo condones —dijo en mi oreja.

—Me he ocupado de eso —me deslicé a un lado para tomar mi jean y sacar una tira de ellos.

—¡Joder, te amo! —los tomó y sacó uno.

Me sonrojé.

—Bien, continuemos —dijo Luke sonriendo y seguimos besándonos.

Habíamos pasado tanto tiempo separados después de haber tenido nuestro semestre de luna miel que parecíamos tener prisa por hacerlo. Luke levantó una de mis piernas a su hombro y empujó en mí, creí que me desmayaría, cosa que no pasó porque estaba alucinada con su amor.


Desperté al escuchar un sonido chillante cerca de mi oído. Traté de acostumbrarme a la luz mientras deslizaba mis manos para encontrar lo que sea que sonaba. Tomé el móvil de Luke y miré la pantalla.

—Amor, tu madre está llamando —dije levantando la cabeza para mirarlo.

Luke dormía. Sus pestañas doradas brillaban sobre sus pómulos.

—Luke —toquetee con mi dedo su mejilla—, amor, tu mamá está llamando.

Pujó y siguió durmiendo. Pensé en contestar, pero seguro pondría una denuncia por rapto y actividades sexuales con su hijo primogénito querido. Dejé el móvil a un lado, pero no dejó de sonar y sonar.

—Luke —canturrié trepando por su espalda—. Tu mami ha llamado doscientas mil cuatrocientas doce veces —le piqué un oído y hasta entonces tomó el móvil.

—¿Hola? —su voz grave hizo vibrar mi pecho—. Estoy... estoy bien, mamá —suspiró—. ¿A Calder? No estoy con Calder —le acaricié el cabello—. No dormí en la calle, mamá llegaré a casa pronto. Sí. Sí. Lo haré.

Soltó el móvil dejándolo caer a la cama y se estiró. Caí a un lado de él.

—¿Mamá está enojada? —me cubrí con la sábana.

—No, amor. —Sonrió abrazándome—. Mamá te ama.

—Claro que sí —palmee su pecho.

Nos reímos.  

ENTRE NUBESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora