Capítulo 26

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Luke

Después de dejar la caja sobre mi cama, mi madre trató de abrir la puerta mientras preguntaba sobre lo sucedido. Oí que mi padre vino hasta donde ella y la llevó de regreso a la cocina.

La casa era pequeña y de paredes delgadas. Podía escuchar sus murmullos con suposiciones sobre Alessa.

Rasgué el envoltorio elegante y no quería creer que podía ser verdad. Quité el envoltorio y me quedé allí, pasmado, tocando con mis dedos el estuche negro. Quité los seguros y abrí la tapa como si no quisiera que se moviera. Y allí estaba, Alessa, un regalo que solo el mundo de Alessa podría dar.

Tomé el mástil de la guitarra eléctrica y la manoseé por todos lados. Estaba alucinado. No podía creer que tuviera una guitarra eléctrica en mis manos. Agarré una de mis plumillas y toqué las cuerdas después de fingir afinarlas. No emitía ningún sonido, pero no tenía palabras para describir lo feliz que me sentía.

Esa noche no dormí. Primero porque estaba emocionado tocando las cuerdas fingiendo que daba un concierto de rock, y segundo y en su mayoría, porque había empezado a sentirme atemorizado por el mundo de Alessa.

Mi padre detuvo de beber su café al verme que no vestía el uniforme del trabajo. Dejó la tasa a un lado y sonrió. Mamá dormía hasta tarde, y Sam también. Por lo que la casa estaba vacía. Me senté frente a él. Siguió leyendo el recibo que fuera que estaba viendo y el silencio nos acogió a ambos.

—No podré ir a trabajar —dije.

—Pero eso no me lo digas a mí —dijo sorbiendo un trago de café.

—Le llamaré al jefe.

—Bien —dio otro trago—. Sabes que te puede costar el empleo, ¿cierto?

—Sí —suspiré—, pero Alessa ha venido desde Nueva York solo para verme.

—¿Nueva York? —Entonces tuve toda su atención—. Pero eso está al otro lado del mundo, ¿cómo es posible que salgas con esta chica del otro lado del mundo?

—La conocí en Pacific, papá.

—Seguro es por mis genes —alzó las cejas.

Nos reímos.

—Necesito tu ayuda —solté el aire.

—Yo no hago tríos con jovencitos —frunció el entrecejo.

—Okey —entorné los ojos—, ojalá no hubiese escuchado eso.

Reímos.

—¿En qué soy bueno?

—Necesito dinero, papá.

—Sí sabes que el dinero se hace trabajando, ¿verdad?

Quise decirle que el dinero lo imprimen, pero entendía su punto.

—Trabajaré y te lo pagaré.

Tomó los recibos y volvió a poner su atención en ellos. Dejé el taburete y me metí a la ducha.

Cuando salí, mi madre se acababa de despertar y me hizo una señal de que no hiciera ruido para no despertar a Sam. Entré a la habitación y al sentarme en la cama para ponerme los zapatos vi los billetes que mi padre había dejado sobre la esquina.

Había intentado que Alessa me dijera dónde se encontraba para ir a por ella. Ignoró la pregunta y de pronto su auto estaba frente a mi casa. Su guardaespaldas salió y avisté que mi madre husmeaba tras la cortina de la ventana.

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