Capítulo 8

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Luke

No soporté ver a Owen abrazar a Alessa. Golpeé la pared con el puño y me escondí tras la puerta. Estaba molesto. Con Owen, con Alessa... conmigo.

Me largué de allí. No podía seguirla viendo junto a alguien más.

—¡Luke, amor! —corrió Lavanya hacia mí. Dejé que la puerta del edificio cerrara de un portazo—. ¡Amor! —siguió gritando cuando pasé de largo.

Estaba harto. Estaba harto de todo. De la escuela, de fingir que todo estaba bien, de los inventos de Sara para que pasáramos tardes en parejas, de Calder no pudiendo negarse, de las malditas huelgas estudiantiles de poco valor de Lavanya, de su incansable actitud de querer forzarme a ser como ella quería que fuera, de Lavanya y su continua obsesión, de Owen abrazando a Alessa, de Alessa por tenerme agonizando por su amor... y de mí, por haberme enamorado de ella siendo tan platónica.

Subí en la bicicleta y salí de allí sin dejar que Lavanya se me acercara. No quería decirle nada porque seguro explotaría y me descargaría con ella. Y ella no lo merecía.

Había sido mi culpa que Lavanya estuviera tan arraigada conmigo después de ese primer beso y empezar a salir.

Llegué a mi habitación para tirarme en la cama. Busqué mis comidos audífonos y justo la primera canción que se reprodujo fue una corta-venas. No pudo ser peor.

Cerré los ojos y la sensación del beso de Alessa se posó en mis labios. Una corriente me erizó y alguien entró a la habitación.

—¡Amor! —era Lavanya—. ¡¿Qué ocurre?!

Caminó hasta la cama y se montó a un lado chocando sus rodillas en mi cadera.

La sensación de Alessa había desaparecido. Abrí los ojos y miré a Lavanya. Llevaba su pañoleta de rayas y sus enormes ojos verdes me miraban con tristeza.

Alcé mi mano para tocar su cuello y la atraje hacia mí. Choqué sus labios contra los míos y metí la mano en su camiseta de "salven a las tortugas", para tocarle un pecho. Ella se tensó y se apretó a mí. Saqué mi mano y la tomé de las caderas colocándola a horcajadas sobre mí. Ella tomó aire antes de volver a besarnos. Giré sobre ella y desabroché su pequeño short. Ella ayudó a quitárselo quedándose solamente con su braga color verde. Estiré mi mano para sacar un condón. Lo coloqué y nos dispusimos a hacerlo. No pude culminar. Y Lavanya se dio cuenta a pesar de mi actuación.

Los días continuaron y en música el perfume de Alessa me embriagaba tanto que salía boqueando por más. La mayoría del tiempo pensaba en ella y me sentía de la mierda. Lavanya se había convertido en todo por lo que me había prometido nunca salir con ella. Llamaba a cada instante. Sus mensajes eran incontrolables. Me preguntaba demasiado a pesar de que no obtenía respuestas. Me agobiaba, pero obtener sexo cuando necesitaba una salida, hacía que no la dejara.

Lavanya me había encadenado junto a ella y otros diez estudiantes al camelio que estaban por arrancar. El camión con la estatua que instalarían frente a la biblioteca había llegado y los que harían el trabajo hablaban a través de una bocina pidiendo que nos quitáramos.

La Dr. Queen llegó a la plaza mirándonos como si fuéramos inadaptados. Miré a lavanya de la misma manera.

—Suéltame, Lavanya, no quiero seguir aquí —le dije.

Ella se molestó y dijo—: ¿Cómo que no quieres seguir aquí? ¡Estamos salvando el camelio!

—Te compraré uno si es lo que tanto quieres —me sacudí porque los otros chicos se halaban—. Dame la llave, Lavanya.

—¡Te quedaras conmigo ayudando para que no arranquen el camelio!

—¡¿Alguien más tiene llaves de las cadenas?! —la ignoré.

—¡Suéltalo, Lavanya! —dijo otra chica—. ¡Esto no es Corea del Norte!

Y a regañadientes y furiosa me soltó. La Dr. Queen llegó y comenzó a hablar por el altavoz mientras me retiraba frotándome las muñecas. Sacudí mi camiseta de Cobain y monté mi bicicleta.

Dejé la bicicleta a un lado y subí a la terraza.

—¡Miren quien viene allí! —dijo Carlo aplaudiendo—. ¡El izquierdista!, ¡¿salvaste a la insignificante planta?!

Alcancé una de las sillas y me senté.

—¿No lo lograron? —preguntó Calder.

—No lo lograrán —dije cruzándome de brazos—. La Dr. Queen llegó, me he venido antes de que pudiera joderme.

—¡Gallina! —Jacob hizo sonidos de gallina—. ¡Gallina!

—Lavanya estará furiosa —dijo Sara mirándome ceñuda.

—¡Gallina!

—Eres su amiga —le dije—, podrías ir y ayudarla.

—Y tú su novio —me acusó—, cómo crees que...

—Amor —la chitó Calder—, ya pasó.

Sara se cruzó de brazos y me lanzó su mirada endiablada.

—Hola, ¿Por qué tan callados? —llegó Owen y se sentó junto a Carlo—. ¿Murió alguien o se le quebraron las uñas a Sara?

—¡Hey! —intervino Sara—. ¡No hables así de mí! Amor, dile que no hable así de mí —empujó a Calder.

Owen y Calder rieron en complicidad. Sara se enfurruñó más.

—Los veo luego —dije levantándome y saliendo de allí.

Me alejé diciéndome que no estaba yendo a donde iba. Owen no estaba con Alessa y talvez, si tenía suerte podría..., pero no. Justo me detuve en la cima del agujero. Alessa acababa de llegar y corría hasta el lago. Se hizo a un lado tras los setos y una delgada columna de humo ascendió.

Me quedé allí en la bicicleta, mirando hacia el seto. Imaginando estar junto a ella como lo hicimos en aquellos días. Imaginando que bajaría, me sentaría junto a ella, sonreiría y la besaría. Pero no me moví.

De pronto se incorporó. Me hice a un lado. Y antes de que se diera cuenta de que estaba allí me moví, pero algo me detuvo. Era Lavanya.

—¿Por qué te asustas? —dijo. Estaba enfada—. Soy yo, tu novia, a quien dejaste plantada sin lograr salvar el camelio.

Bajé de la bicicleta y comencé a caminar lejos antes de que Alessa se diera cuenta de que estábamos allí casi usurpando su único lugar de paz. Lavanya me siguió.

—Lavanya, el camelio siempre iba a ser arrancado —dije—. Era inevitable a menos que tus padres hicieran lo contrario.

—¿Qué intentas decir? —haló la bicicleta para detenerme.

—Lavanya, ya se terminó, dejemos el tema.

—Intentas decir que soy una niña mimada que hace estas protestas "falsas" solo porque mis padres tienen dinero, ¿Es así? —haló la bicicleta más fuerte y la tiró a un lado del jardín.

—Lavanya, si la directora me hubiese encontrado allí me hubiesen expulsado —le dije—. ¿A ti qué? ¿Te han solamente suspendido por un día? ¿No te darán acceso al gimnasio? ¿Al yoga? Soy becado, Lavanya, tus juegos de niña izquierdista rebelde los pueden solventar tus padres enviando un cheque.

—¿Entonces te importa más estar en esta escuela que viola nuestros derechos a apoyarme? —comenzó a llorar.

—Lo siento, Lavanya —levanté la bicicleta—. Tengo clase.  

~~EN~~

Levanten la mano el Team Lavanyaaaa xD JAJAJAJAJA ¡Salvemos a las tortugas! 
Muchas gracias por seguir leyendo la historia :) gracias por sus votos♥ me hacen feliz y ayudan a que la historia continúe. 

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Nuevo capítulo cada miércoles y sábado si no se me hace bola la vida :3

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