Capítulo 10: Transformación

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Ella lo miró con los labios enrojecidos y completamente abiertos. Vegeta todavía se encontraba peligrosamente cerca. Tan cerca que prácticamente podía sentir la tensión en sus músculos. No estaba sin aliento en lo absoluto, pero ella sí que lo estaba. No quedaba aire en sus pulmones; el Saiyajin parecía haberlo absorbido todo, y lo único que podía hacer era quedarse mirándolo fijamente mientras la boca de él se curvaba en una sonrisa característica.

La realidad de lo que había hecho finalmente la golpeó y Bulma retrocedió con horror.

—¡Qué acabas de hacer!

—¿Necesitas que te lo explique? —la sonrisa de Vegeta se intensificó.

—¡No! ¡Necesito que te alejes de mí! No te me acerques más, Vegeta.

El saiyajin frunció el ceño.

—¿Qué dices?

—¡Eso fue muy malo! ¡Horrible! ¡Soy una completa hipócrita! —soltó un suspiro y buscó en sus bolsillos, sacando un paquete de cigarrillos—. No le digas a Yamcha. No puedes decirle nada.

—Mujer, ¿de qué demonios hablas? —Vegeta se cruzó de brazos, mirando confundido los cigarrillos—. ¿Y qué diablos es eso?

—¿Te importaría encenderlo, Vegeta? —ella señaló con un dedo en el borde del cigarro, y Vegeta lo prendió con una minúscula ráfaga de Ki en la punta de su dedo. Bulma suspiró con satisfacción, llevándose el objeto a la boca.

Vegeta tosió de inmediato, agarró el objeto y lo arrojó al suelo.

—¡Oye! —exclamó Bulma—. ¿Por qué hiciste eso?

—Eso es repugnante. ¿Qué demonios estás haciendo? ¿Envenenando tu cuerpo?

—¡No es vene...! Bueno, sí lo es. Pero estoy intentando dejarlo. ¡Lo juro! —ella gruñó y aplastó el cigarrillo en el suelo por si acaso—. Era solo para liberar el estrés, en serio. Eso no debió haber sucedido, Vegeta.

—Confía en mí —respondió él, en tono de burla—. No volverá a suceder.

No debería haber sentido una punzada de dolor ante sus palabras, pero inequívocamente allí estaba. Bulma resopló y se cruzó de brazos.

—Ah, ¿sí? Entonces, ¿por qué lo hiciste en primer lugar?

Vegeta parecía algo sorprendido ante la pregunta, pero rápidamente ocultó esa confusión con enojo. La agarró del brazo, ignorando la obvia descarga que se produjo ante el contacto, y la arrastró de vuelta al improvisado campamento. Nappa y Raditz yacían en el suelo, durmiendo plácidamente, y Bulma se preguntó si Vegeta todavía pensaba llevar a cabo lo que había planeado con Nappa. La respuesta se hizo presente cuando este pateó al viejo Saiyajin en el estómago.

—Despierta.

—¿Señor? —Nappa se sentó, agarrando su vientre—. Estoy agradecido. Esa patada no fue tan fuerte como las usuales. ¿Quieres que despierte a Raditz?

—No —replicó Vegeta bruscamente—. Esto podría molestarlo si se entera. Voy a encargarte una misión muy importante y secreta. Estoy seguro de que hasta un imbécil como tú sabe cómo guardar un secreto —había algo revelador en sus ojos que casi hizo a Bulma sonreír—. ¿Verdad, Nappa?

Nappa no parecía contrariado ante la petición.

—Claro, Vegeta. ¿Qué sucede? ¿Quieres que mate a la chica?

—No suenes tan entusiasmado... —murmuró Bulma.

Vegeta levantó una ceja.

—¿Y robarme el placer de hacerlo yo mismo? No, es algo mucho más importante. Necesito que mates a los terrícolas y a Kakarotto.

Deseos Peligrosos (Vegebul)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora