Capítulo 2: Mentiras y verdades

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—Sigo creyendo que debimos haber ido a la Tierra nosotros mismos, Vegeta.

Él ignoró las quejas de su subordinado. No había necesidad de hacer un viaje tan excesivamente largo. Doce meses sentado en una nave espacial no era su idea de aprovechar el tiempo, tiempo que podría usar para entrenar o exterminar mundos. Raditz tenía la suerte de tener un modelo de nave más reciente que el resto de ellos, por lo que podía acortar su viaje a solo un mes de ida y otro de regreso. Vegeta cruzó los brazos sobre su pecho, su barbilla ligeramente alzada mientras la cápsula espacial se abría en el puerto de aterrizaje.

Había sido un gran cambio, mudarse de la estación espacial a una ubicación más permanente en uno de los planetas de Freezer. Estaban a solo un mes de distancia de Namekusei desde aquí, de ese inútil planeta verde con tres soles habitado por esos Namekuseijin amantes de la paz. Era un planeta tan pequeño que fue considerado sin valor para Freezer y la Organización interplanetaria de Comercio. "Ahora todo lo que necesito es una excusa para irme", pensó el príncipe.

Hubo una ligera fuga de gas mientras la cápsula se abría, y Raditz dio un paso afuera, cargando en sus brazos a un pequeño niño de extraño atuendo amarillo.

—¿Qué demonios es eso, Raditz? —el tono de Vegeta estaba lleno de frustración—. ¡Pensé que ibas a recoger a Kakarotto, no a un niño inútil!

Raditz no dijo nada, pero volteó al niño, sujetándolo por el cuello de su ropa. La peluda cola marrón se deslizó detrás de él, y los ojos de Vegeta se estrecharon.

—Un Saiyajin... pero ¿cómo?

—Mi hermano procreó con una terrícola —Raditz acunó al niño sobre su hombro, mirando la expresión de asco de su príncipe con confusión—. Seguramente puede entender la atracción, Príncipe Vegeta.

Vegeta simplemente gruñó en respuesta.

—Así que la perra está viva, ¿verdad? —Dijo Nappa, mientras se acercaba y examinaba la cola del muchacho—. ¿El niño es de ella?

Los oscuros ojos de Vegeta miraron inmediatamente al otro Saiyajin.

—¿Qué estás insinuando? —preguntó.

—Ella conocía a Kakarotto, ¿cierto? Y tenía experiencia seduciendo Saiyajins. No me sorprendería —respondió el hombre.

Un gruñido estalló en el pecho del príncipe.

—Deja de decir idioteces, Nappa. No se parece en nada a ella.

—De hecho, eso podría tener sentido —dijo Raditz, mirando a su sobrino—. Ella estaba dispuesta a hacer el trato para asegurar su protección. Y luego corrió hacia mi hermano tan pronto regresé a la nave. ¿Tengo entendido que así es como se comportan las parejas? —El joven Saiyajin miró a Nappa esperando una confirmación, pero el hombre calvo solo gruñó, sin intención de revelar más información.

"Idiotas.", pensó Vegeta, agarrando al chico. El niño de cuatro años parecía estar en estado catatónico, los efectos de la hibernación aun sintiéndose en su pequeño cuerpo.

—No huele nada como ella.

—Huele como Saiyajin, Vegeta. El olor es abrumador. Y han pasado más de diez años desde la última vez que la viste, ¿cómo recordarías su olor?

Vegeta arrojó al niño de vuelta a los brazos de Raditz, y se volvió hacia el viejo Saiyajin.

—No dudes de mí, Nappa. El niño no huele a ella, pero... —dejó la información correr por su cabeza. La chica y Kakarotto se conocían desde que eran jóvenes, y ella incluso había hablado en su favor en varias ocasiones, protegiéndolo de los comentarios de Vegeta... si no recordaba mal. "¿A quién le importa esa perra estúpida de todas formas?" El príncipe miró al niño con una extraña sensación de asco—. ¿En dónde planeas tener al mocoso?

Deseos Peligrosos (Vegebul)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora