Capítulo 17

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Emilie cerró la puerta de su habitación y respiró profundamente antes de lanzarse sobre la cama

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Emilie cerró la puerta de su habitación y respiró profundamente antes de lanzarse sobre la cama. Eso de ser buena y amable no se le daba tan mal, además, extrañamente, hablar con Olivia era fácil. Por momentos incluso podía olvidar de que era parte de la familia que llevaba siendo su enemiga toda la vida.

Después de quitarse la ropa y colocarse uno de sus camisones de seda, se metió en la cama y se cubrió completamente con la colcha mirando hacia la ventana, observando la calle iluminada tan solo por la luz proveniente de la luna. Estaba cansada, pero no podía conciliar el sueño. Tenía tantas cosas en las que pensar que las últimas noches estaba tardando en dormirse más de lo usual.

Pero casi una hora después, cuando ya casi había logrado relajarse y empezar a dormirse, su celular comenzó a sonar y girar sobre sí mismo en la mesita de luz junto a la cama.

Sobresaltada y asustada, estiró el brazo y contestó sin siquiera mirar la pantalla.

—¿Sí? —preguntó algo somnolienta.

—¿Qué haces en la cama tan temprano? ¿Cuántos años tienes? ¿Ochenta?

La rubia se incorporó y se sentó en la cama.

—¿Por qué estás llamándome a esta hora, Marcus? —inquirió confundida y con una sensación extraña en el estómago comenzando a bullir.

—Hace mucho frío afuera, sabes. Tú tan tranquila y calentita en tu cama...

Con un presentimiento que nació de manera visceral, Emilie se levantó de la cama y fue directo a la ventana.

—¿Dónde rayos estás? —susurró aún al teléfono y no alcanzó a salir al balcón porque una figura masculina vestida de negro ingresó a la habitación apenas ella abrió el postigo de la ventana.

Emilie dejó caer a un costado el brazo con el que estaba sujetado el celular contra su oreja y lo miró anonadada por un instante.

—Hola —compuso Marcus alzando las dos cejas y viéndola con una expresión victoriosa.

—¿Qué rayos estás haciendo aquí?

—Vine a verte, ¿qué más podría estar haciendo, Emily? —replicó él y sus ojos inmediatamente descendieron hacia el cuerpo de Emilie inspeccionando lo que tenía puesto esa noche.

El camisón blanco tenía unos finos tirantes del mismo color y dejaba a la vista casi la totalidad de sus muslos. El cabello suelto y ligeramente alborotado caía sobre sus hombros, extendiéndose más allá sobre su pecho. Era una visión magnifica.

—No puedes estar aquí —pronunció ella, pero Marcus ya no estaba oyéndola. Solo podía pensar en todas las formas en que la haría suya esa noche. Extendió un brazo y colocó una mano en su cintura para atraerla hacia su cuerpo—. Marcus, no podemos hacer esto aquí. Todo el mundo está demasiado cerca.

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