Capítulo 21

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Emilie intentó moverse pero era imposible

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Emilie intentó moverse pero era imposible. Unos brazos grandes y pesados la mantenían aprisionada contra las sábanas blancas de esa inmensa cama.

Y no importaba cuánto lo intentase, Marcus parecía haberse pegado a su cuerpo y no había forma de que ella pudiera escabullirse de ahí sin despertarlo.

Resignada, le dió unas palmaditas suaves en la espalda y pronunció su nombre cerca de su oído.

—Es tarde, Marcus —compuso cuando este último se movió, pero lejos de soltarla, terminó sujetándola con más fuerza—. Maldito seas, despiértate ya.

—¿Tarde para qué? ¿Por qué tanta prisa? —preguntó adormilado—. ¿Es que hay alguien más con quien tengas que reunirte?

—Eso no es de tu incumbencia —contestó Emilie dándole golpecitos en el brazo para que la soltara.

Él la complació y le permitió salir de la cama sin protestar.

Estaba completamente desnuda y así caminó por toda la habitación juntando la ropa que él le había quitado poco a poco apenas habían puesto un pie dentro de esta, solo cinco minutos después de encontrarse fuera del hotel.

Mientras se movía, Emilie tarareaba una canción que Marcus no logró reconocer. No parecía darse cuenta de lo que estaba haciendo de manera inconsciente y él decidió no alertarla. En los momentos en los que bajaba la guardia, Emilie podía ser una mujer dulce e incluso simpática.

—Pensé que estabas aquí para poder estar juntos sin tener que dar explicaciones a nadie —comentó viéndola colocarse la ropa interior dándol.

—¿De verdad crees que viajé hasta aquí solo para acostarme contigo? —preguntó risueña y de buen humor.

—Bueno... sí —respondió él levantándose de la cama.

Él había viajado a la ciudad más grande de la zona, a cien kilómetros de distancia del pueblo, por asuntos de trabajo y en uno de sus encuentros furtivos en los días previos, le había ofrecido a Emilie unirse a él allí para poder estar juntos sin miedo a que nadie los descubriera.

No era que le preocupara qué dirían sus vecinos si se enteraban que se traían algo entre manos, pero a Emilie parecía darle pánico que alguien supiera que tenían una especie de relación amorosa —o mejor dicho, sexual—.

Ella había aceptado verlo en la ciudad, pero se había negado en rotundo a viajar con él en el mismo coche.

—Bueno... no —se burló Em colocándose el vestido mientras él se levantaba de la cama—. He venido a la ciudad por motivos personales.

—¿Y no puedes contarme? —insistió colocándose la ropa interior y el pantalón—. Tú sabes porqué estoy aquí.

—Solo porque tú me lo dijiste, no recuerdo haber preguntado.

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