Capítulo 26

2.6K 565 37
                                    

Juliet le había pedido a Keaton que la llevara a dar otra vuelta en su moto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Juliet le había pedido a Keaton que la llevara a dar otra vuelta en su moto. No había podido explicarle en primera instancia por qué estaba en su casa ni qué quería de él, así que se le había ocurrido eso.

Keat, quien no parecía estar atravesando su mejor día, la había contemplado con desconfianza y luego accedido a su pedido. Especialmente —creía Juliet— porque no se sentía cómodo teniéndola en su casa.

Los dos pasearon en silencio por el pueblo y ella aprovechó para relajarse, tanto que cuando él se detuvo frente a su domicilio y ambos se quitaron los cascos, todo su malestar se había esfumado.

—Gracias —compuso con una sonrisa—. Disculpa por entrometerme en tu casa de esa forma, a veces hago las cosas sin pensar. Aunque la verdad es que también tenía mucha curiosidad por cómo se vería el hogar de alguno de los Gardiner. Siempre fue como un misterio que creí que nunca resolvería.

El muchacho arrugó la frente.

—¿Cómo creías que vivíamos?

Juliet soltó una risita y encogió un hombro.

—Oh, no lo sé, Keaton. Es que siempre sentí una atracción especial por todo aquello que sabía que no debería hacer. Lo prohibido siempre me resultó muy tentador. ¿A ti no?

Keaton empezó a reír.

—Tú y yo tenemos en común mucho más de lo que podríamos haber imaginado nunca —compuso observándola con interés.

Ella ladeó la cabeza y también lo contempló por un momento.

—Sí —coincidió finalmente y giró la cabeza hacia el frente de su casa—. ¿Quieres acompañarme dentro? Según mis cálculos, no debería haber nadie.

Los ojos del joven se abrieron como plato y la única razón por la que no retrocedió fue porque él aún se encontraba encima de su moto.

—No, gracias. Estoy bien así, ya sabes lo que dicen sobre la curiosidad y los gatos...

Juliet alzó una ceja y contuvo una carcajada.

—Qué forma más extraña de definirte. Por lo general, cuando los hombres se comparan a sí mismos con felinos prefieren hacerlo con un tigre o un león, pero nunca había oído a ninguno compararse con un gato.

—Juliet —intervino él, pero ella pretendió no oírlo y continuó hablando.

—Aunque ahora que lo pienso, hay muchos tipos de gatos. Nunca fui muy adepta a la biología, pero el gato doméstico no es el único tipo que existe... y seamos honestos, tú de doméstico no tienes nada, ¿o me equivoco?

—Estás loca.

Ella sonrió y se cruzó de brazos.

—Tal vez... ¿Es por eso que no quieres acompañarme dentro? ¿Me tienes miedo? No voy a decirte que soy inofensiva porque sería mentirte, pero puedo prometer que estás a salvo en mi compañía mientras bebemos un café en mi cocina —ofreció con una expresión de burla.

Cereza PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora