La cacería III-final

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-Piedad, piedad mis amas, no torturarme más, matadme por favor matadme ya por favor, acabad con mi vida de una vez por todas, acabad con mi sufrimiento!!!

-Ya te dijimos que no nos dieras guerra que sería peor para ti. Esto aún no ha acabado.

Rebeca se agachó y cogiendo mis brazos por encima de mi cabeza me ató las manos fuertemente con una cuerda larga que llegaba hasta su caballo. Se levantó y se montó en el animal atando el otro extremo de la cuerda a la silla de su montura.

-¿No querías llegar hasta la puerta del final del camino? Pues yo te llevaré hasta allí.

De un tremendo fustazo el animal comenzó a trotar lentamente mientras que yo era arrastrado por el suelo atado por las manos al caballo.

Dios que bella y sexy estaba Rebeca montando a caballo, su lisa y larga melena castaña ondeando al viento, su estilizado cuerpo acompasando el movimiento con el del caballo, su culito respingón rebotando encima de la silla de montar... me hubiera cambiado por el caballo sin lugar a dudas.

Pero pronto se me quitaron las ganas de admirar a esa belleza, me estaba arrastrando sin piedad por un camino de piedras, mi piel se estaba haciendo jirones... Piedad, piedad, mátame ya ama Rebeca, piedad...

Esa mujer que era todo bondad y dulzura no sentía el más minino remordimiento de lo que me estaba haciendo, era cruel. Miraba de vez en cuando hacia atrás y se reía escandalosamente de verme suplicarle clemencia...

El caballo por fin paró, no sé el tiempo que me estuvo arrastrando por el camino. Mi cuerpo estaba completamente lleno de heridas y cubierto por la sangre. Me había arrastrado lentamente para que no perdiera el conocimiento. Ama Jezabel estaba de pie al lado de mi maltrecho cuerpo.

-Bien, Rebeca, ya es hora. Ya tenemos suficiente metraje para el video y además me apetece darle muerte de una ver a este cabrón.

Rebeca descabalgo de su corcel. Yo ya no podía ni pedir clemencia, no me quedaban fuerzas ni para suplicar, estaba completamente exhausto. De su caballo cogió una cuerda que le entregó a Jezabel, esta se agachó sobre mí y me volteó poniéndome boca abajo. Cogió mis manos y las llevo a mi espalda atándolas fuertemente y posó su húmedo sexo sobre mis manos restregándose sobre ellas al tiempo que se echaba sobre mí y me susurraba al oído;

-Bien, bien, tu tiempo ya ha acabado miserable, sé que siempre te he gustado, tú también a mí, pero tarde o temprano hubiera terminado por matarte... es una necesidad, como el sexo... ya has visto que matar a un hombre nos pone más que echar un polvo.

Después me ató los pies y pasó la cuerda por entre mis muñecas y tiró de ella hasta que flexionando las piernas mis manos tocaban mis pies y ató mis manos a mis pies.

Como un animal salvaje estaba atado, dispuesto para ser sacrificado. En un último acto de crueldad ambas se fotografiaron de pie junto a mí poniendo una de sus botas sobre mi cuerpo, pisándome, como en señal de victoria.
-Bien, es el final. Como te prometí voy a ser yo la que acabe con tu miserable vida - dijo Rebeca. Se agacho junto a mí a la altura de la cabeza, pudiéndole comprobar su gran excitación por el momento, ya que tenía húmedos sus pantalones en la zona de su sexo, me cogió del pelo con su mano izquierda y tiró todo lo que pudo de mi cabeza hacia atrás, casi me la arranca. En su mano derecha llevaba un gran cuchillo de cazador que pasó por mi cuello de lado a lado cortándome la yugular. Con desprecio empujó mi cabeza contra el suelo al tiempo que se ponía de pie. Mis dos torturadoras estaban junto a mí de pie. En mi último acto de sumisión hacia mis diosas bese sus negras botas de cuero con devoción.

Mi cuerpo comenzaba a sufrir convulsiones por estar desangrándome poco a poco, mi vida se escapaba en forma de sangre por mi cuello degollado.

Esa mujer sensible, amable, tierna, dulce... me había matado, me había degollado después de torturarme y darme caza como a un animal, no me lo podía creer...

Allí junto a mí estaban esas dos sádicas y crueles mujeres. Ambas se estaban tocando su sexo por encima de los pantalones, regocijándose de mi agonía, lo estaban disfrutando, se estaban corriendo viéndome morir, sus pantalones estaban húmedos por la zona de su sexo...

Esa es mi última visión, la vista se me nubla, una última convulsión, un escalofrió recorre mi cuerpo... mi corazón deja de latir.

Abro los ojos, estoy en el asiento de atrás de un coche, enfrente del coche una gran puerta de hierro y una pared de piedra coronada por alambre de espino...
FIN

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