Cuando me desperté tras la increíble noche de sexo que tuve con Adela, estaba algo desconcertada. La puerta del baño se abrió y de pronto apareció ella, con una camiseta negra, le llega a medio muslo, creo que no lleva nada más debajo. Me mira, se muerde el labio inferior y pregunta.
—¿Todavía mi niña, no está satisfecha?
La miro y, al ver su mirada lasciva, respondo.
—No, y menos si te muerdes el labio así.
Se carcajea, e invitándola a que se tumbe a mi lado, me besa y me mira a los ojos es sexy, caliente y provocadora. Muy provocadora.
Cuando termina con un beso, estoy a punto de hacerla mía sin piedad, pero...
—Tenemos que hablar muy seriamente.
Me pasa un dedo por la cara y murmurando
—Enfadada estás muy guapa.
—Preferiría hablar después —ahora yo, excitada.
—Deberías asearte. Creo que... luego... —sonríe mientras entra de nuevo en el baño.
Entré desnuda, se había quitado la camiseta, contemplé su cuerpo.
—¿Te gusta lo que ves ? —dijo sin girarse.
—Mucho más que gustarme, mami —contesté ronroneando. Aspiré el perfume de su piel. Me encantaba. La necesitaba. Era la primera vez que de pie la veía totalmente desnuda. De espaldas la desnudez de Adela tan real, sus nalgas maduras, pero a la vez potentes. A través del espejo, sus pechos generosos, aún altivos, conservando su encanto, los pezones apuntando al cielo, el vientre terso, el montículo de su pubis limpio completamente desnudo. La abracé por la espalda, mis manos acariciaron sus pechos, los dedos pellizcaron los pezones, cada vez más oscuros por la presión. Adela se dio la vuelta, y me abrazó con fuerza, las dos bocas se buscaron, las manos palparon los sexos, los pechos se frotaban unos contra otros.
—Te gusto, soy mayor que tú.
—Eres una mujer hermosa, eso es lo que veo —No era la primera vez que tenía enfrente una mujer desnuda, me había despertado con ellas, pero nunca me había sentido aquella sensación tan extraña como en aquella mañana, quizás su carácter dominante, lo que me atrajo de Adela, empecé a besarla mientras ella permanecía de pie, descendiendo poco a poco, hasta que puesta de rodillas a punto de llegar a comerle el coño.
—Basta, no te he dado ningún permiso, para que hagas lo que estás haciendo.
—Me deje llevar. ¿Me perdonas, mami?
—No necesito tu perdón, quiero tu sumisión. Aún no te has dado cuenta ¿verdad?
—Seré tu sumisa. Eres tú quien decide lo que tengo que hacer.
—Dime por qué estás aquí, Nora.
—Te necesito... Adela.
Me miró de arriba abajo y asintió dándome la razón. Me seguía mirando sin disimulo, sus ojos resbalaban por mi cuerpo endureciéndome hasta los pezones ante la intensidad de su mirada. Su labios rozaron los míos, notaba su respiración, su olor invadía mis sentidos y me derretía ante esa mujer que en el fondo no conocía. Suspiré cuando sus dedos siguieron por mi barbilla, bajaron con lentitud por mi cuello...
—Tengo miedo.
—No te haré daño Nora, tienes que confiar en mi, te prometo proporcionarte todo el placer que seas capaz de sentir sin causarte más dolor del que seas capaz de soportar. ¿Quieres probar?
—Si.
—Te quiero desnuda del todo —Me ordenó colocarme sentada al borde de la bañera, las piernas dentro, bien abiertas, y enjabonándome el pubis empezó mi primera depilación total, terminó todo bien rasurado. Ella misma se aseguró de que mi montículo estuviera siempre bien rasurado. Seguidamente, lleno la bañera, durante un rato se sumergió en ella. Cogió el bote de gel e impregno sus tetas con el líquido. Para sacar la espuma, se las froto con las manos.
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Relatos Eróticos
RandomPara satisfacer tus necesidades. Contenido explícito de todo tipo. Para todos los gustos. Algunos serán de mi prioridad y otro serán sacados de internet. Pueden hacer pedidos de todo tipo. Puede tener mala ortografía.