Compañera de trabajo II

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Ella obedece sin rechistar, y arquea deliciosamente su espalda para ofrecerme su sexo de nuevo. Me hundo en ella, y empiezo un vaivén frenético que nos hace gritar a las dos. Nos vaciamos por completo. Tras unos segundos para reponerme, me tumbo en la cama, atrayéndola hacia mi pecho. Ella suspira satisfecha y cierra los ojos con una sonrisa. No puedo evitar que la ternura se apodere de mi mente, y la beso en la frente con cuidado.

-Bienvenida a mi mundo de placer -susurro, pero ella ya se ha quedado dormida.

Me despierto completamente sola en mi enorme cama. ¿Dónde demonios se ha metido Elsa? Me pongo de pie de un salto y salgo a buscarla por toda la casa, sin éxito. La llamo sin conseguir respuesta, termino desnuda, y completamente frustrada en mitad del salón.

-¡Maldita mujer! No tengo medios para contactar con ella, pues hasta mañana en el trabajo.

Y la solución no la encuentro, no asiste a la reunión diaria e indago con cierta cautela, solo saben decirme que ha pedido días de vacaciones, y como no voy a encontrar la solución dejo de preocuparme, incluso de averiguar su número de teléfono. Hasta que llega su llamada.

-Sí tú quieres, cariño, por supuesto.

-Quiero -insisto.

-¿Qué te parece el sábado por la tarde?

-Estupendo -ella pone la hora y el lugar

Me encamino hacia el café, donde se encuentra Elsa. Al fondo sentada en un sofá, con la cabeza apoyada en el respaldo y los ojos cerrados. La observo y al tenerla ante mí hace que mi cuerpo se relaje. Sin hacer ruido, camino hacia ella. Dicen que cuando alguien te observa detenidamente, su cuerpo se alerta y lo percibe. Quiero ver si es cierto. Pero mi impaciencia me puede y, acercándome a ella, poso los labios sobre los suyos y la beso. Se sobresalta, abre los ojos y murmura confusa:

-Perdóname, por favor, me he quedado traspuesta.

-No, perdóname tú a mí. ¡Por favor! -Mientras tomo asiento a su lado.- El otro día todo se me fue de las manos.

-Caprichosa...

Seguramente tienes razón. Soy caprichosa. Pero caprichosa de tí. De nuestra sexualidad loca y salvaje.

-¿Estás segura?

Asiento y musito: -El placer no ocupa lugar.

-Dirás el saber... -puntualiza divertida.

Estoy encantada de estar a su lado. Mientras me comenta la huida a casa de sus padres para tomar decisiones y, no solo fueron mis palabras las que le decidieron poner fin con el absurdo de su relación.

-¿Por qué he sido tan tonta?

Dispuesta a disfrutar de ella, me aprieto contra su cuerpo y la beso. Así estamos unos segundos, hasta que Elsa se separa, me mira y murmura:

-Lo siento, cariño. Lo siento. Te prometo que nunca más volverá a pasar.

Deseosa de notar sus labios y sus caricias, digo mientras la beso:

-Lo sé, pero tenemos que hablar.

-Sí.

-Ahora -insisto.

-Tienes razón, debemos hablar.

-Luego -digo ahora yo, excitada.

Ella sonríe y, apretándose contra mí, comenta:

-Debería asearme. Creo que...

-Espera un poco... -se lo repito.

Sin apartar los ojos de ella, por debajo la mesa paso la mano por debajo de su falda y le acaricio el muslo.

-Quítate las bragas o te las arrancaré yo.

-Dios, cariño... Te deseo, pero temo que eres demasiada...

-Tienes dos segundos. Ya sabes que no me gusta repetir las cosas.

Asiente con la cabeza y, tras unos tensos segundos, contesta:

-De acuerdo, caprichosa. Te he entendido. Sonríe y finalmente accede.

Se encoge y se apoya contra el sofá, para asegurarse de que nadie podrá verla. Sus manos se meten bajo la falda, la cosa es rápida y me las echa a un lado y, mientras me mira, susurra:

-Anda, vámonos de aquí antes de que nos echen.

-Mmmm... No te imaginas lo que se me ocurre que podríamos hacer tú y yo ahora mismo.

-Vamos, provocadora, ¡salgamos de aquí!

-Dios, cariño... Te deseo tanto que temo ser demasiado bruta.

-Te quiero, fuerte y exigente. Te lo exijo, mi amor... Estoy caliente, receptiva. Te necesito y quiero ver y saber cuánto me necesitas tú. Quiero continuar...

Ya en la calle y, tras darle un azote en el trasero, contesto: -¿Estás dispuesta?

Sonríe divertida: -Te lo exijo... es lo que necesito.

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