Ingenuidad

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Al principio su cuerpo se mostraba tenso. Pasados unos minutos que lo contemplé anonadada, el muchacho se relajó por completo y cayó de espaldas al suelo, quizá agotado o desorientado.

—Déjeme descansar un momento —dijo en un hilo de aliento, jadeante —, si no le molesta mi presencia.

Observé al humano de pies a cabeza. Andaba en harapos, sucios y rotos. Su cabello enmarañado y lleno de hojas silvestres, como si llevaba perdido algunos días. Su boca partida era símbolo de deshidratación extrema y la confusión era efecto de ello.
Un atisbo de humanidad y compasión cruzó por mi cerebro de monstruo. Recordé mis épocas de mortal, antes de que me convirtieran en esta serpiente.
Los humanos son tan frágiles y, a la vez, complejos. Resulta gracioso ver como ellos, a pesar de eso, sean los más dominantes en toda la tierra.

Mire hacia arriba y observé como el agua corría por las estalactitas. El olor azufrado envolvía el lugar. Muy en el fondo, casi en el corazón de mi guarida, se hallaba un ojo de agua que muchos decían que poseía aguas curativas.
Lamentablemente, eso solo eran cuentos que se decían para encontrarse conmigo y que los asesinara con mi mirada de piedra.

Llevé a ese joven a tal lugar. Pensé que quizá podría llevarme una sorpresa.

5. Los ojos de la muerte [BG #5] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora