Humanidad

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Ahí comprendí que Dámaso no solo tenía el mal de la ceguera. También olvidaba todo de manera muy pronta. Estaba desorientado y perdido, como un anciano moribundo. Decidí poder darle el calor que mi corazón de sangre fría pudiera ofrecerle. Le brindé un hombre sobre el cual pudiese llorar, alguien quien le escuchara, alguien con quien pudiese desahogar el ruido de su cabeza.
Pues el apoyo fue mutuo, él también ayudó a librarme del mío.

Comencé a verlo con otros ojos, ya no lo veía como a una presa o como un ser inferior a mí. Un simple mortal quien podría arrebatarle la vida de un zarpazo, era alguien delicado y atento, amable y cariñoso, quien le ofreció a este monstruo antes humano la oportunidad de recordar su humanidad.

Una noche, cuando la mar estaba brillante en tonos azules fantasmales, mientras él me relataba sus andanzas en Creta, recordé como era llorar. Sin razón aparente, mis ojos viperinos habían comenzado a llorar.

Esa noche le agradecí y comprendí qué con cada día que pasaba a su lado, mi humanidad se recobraba.

5. Los ojos de la muerte [BG #5] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora