Sentidos

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Se incorporó trastabillando. Era evidente que había terror en sus movimientos erráticos al yo mencionarle lo que realmente era.
Retrocedió tres pasos y chocó la espalda contra la pared de la cueva. Allí sus piernas se desmoronaron como viruta mojada y su mirada ciega quedó fija hacia el frente.
Las serpientes sisearon con fuerza y yo las acompañé con un bufido.

Me acerqué a él y le acaricié el rostro. No pareció importarle. Estaba tan perdido en sus pensamientos que ni se inmutó ante mi tacto. ¿Qué pensaba? Había un millar de posibilidades.

Cambié mi táctica y le mostré mi naturaleza monstruoso por medio de sus otros sentidos. El oído fue por gruñidos guturales y siseos. El olfato fue por el olor a azufre y moho que desprendía la parte inferior y viperina de mi cuerpo que envolvía la humanidad de Dámaso. Nuevamente parecía que había aceptado su destino.

El tacto fue el más ilustrativo. Sus manos tocaron las serpientes de mis cabellos, una de ellas incluso mordió su dedo anular. Bajaron a mi rostro y trazaron líneas delgadas por mis pómulos hasta mi boca donde pudo sentir lo puntiagudos que eran mis dientes. Lo detuve en ese instante, tenía que mostrarle la última parte de mi monstruosidad por medio del gusto.
Así que lo acerqué a mí y deposité un beso en sus plácidos labios...

5. Los ojos de la muerte [BG #5] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora