Diego Ferreira.
18 años.
El día está nublado y sé que en cualquier momento lloverá.
—¿Nos acompañarás a la fiesta que habrá está noche? —Daniel preguntó, se escucha emocionado.
—No —respondo y dejo salir un pesado suspiro—. Me siento un poco cansado y me gustaría descansar —no me molesto en fingir amabilidad—. Gracias por la invitación.
—¡Diego! —Protestó. Sus labios formaron un puchero. Odio cuando hace eso y él lo sabe—. Mira, te doy motivos para que vayas —me dedico a mirarlo. No cambiaré de opinión—. Habrá ambiente, alcohol, drogas y mujeres. Sabes que podrás ver y tocar sus hermosos cuerpos.
—Daniel, no me gustan ese tipo de cosas —respondo tranquilo y pienso en cómo explicarle, aunque ya debería saberlo—. No me gusta usar sexualmente a las mujeres. Ellas no son un objeto de placer —tomo una bocanada de aire—. Pensé que te había quedado claro —me mira con ingenuidad y pestañea varias veces—. No soy hombre de todas, no me gusta. Quiero ser solo de una mujer, amarla, pero también tener sexo todo el tiempo. Me fascina la exclusividad —se me escapo una risa genuina—. Mi pareja recibirá lo mejor.
—Me gusta la forma en la que tú abuelo te ha educado —comenta con alegría y le doy una mirada—. Eres un cabrón con todos, pero a tu novia la respetas y buscarás darle lo mejor.
—Sé que si un día le llegó a fallar a mi novia, él se sentirá muy decepcionado y probablemente me va a desheredar —Suelto una risa, en ella escondo el miedo que tengo de ser su decepción.
Siempre me esfuerzo en dar lo mejor.
Daniel es el único amigo que tengo y es algo que disfruto. Él es sincero, honesto, respeta nuestra amistad y conoce el tipo de persona que soy. No tengo que soportar amistades hipócritas e interesadas que me rodean.
Él no tiene familia que pertenezca a la mafia o algo relacionado. Nos conocimos en el segundo año de primaria, todo gracias a la inconformidad que mi madre tenía sobre la primera escuela y terminó por cambiar a los gemelos. Daniel fue el primero en hablarnos y apoyarnos en lo que necesitábamos. Cómo el tiempo paso le fui contando pequeñas cosas privadas de mi vida, eso incluye a la mafia.
Daniel es un chico alto, delgado y poco musculoso. Es de piel blanca, ojos color avellana, pestañas largas, cabello castaño, corto y un poco ondulado. Él es un niño de bien, solo que a veces se le olvida y prefiere disfrutar la vida. Hay momentos en los que no le importa lo que está pasando a su alrededor. Es excelente guardando secretos y dando pequeños consejos.
Después de unos minutos caminando llegamos a un callejón, subimos al techo por unas escaleras que se encontraban ahí y comenzamos a observar. No teníamos nada que hacer, así que solo estábamos aquí por diversión.
—¿Extrañas a la pelirroja? —Me preguntó momentáneamente. Eso me sorprendió.
—No —respondo con sinceridad—. Joselyn es una mujer atractiva, pero su alma está podrida y solo busca dañar a las personas —suspiré—. Lo que hizo en la relación es algo que no tiene perdón.
—En cualquier momento el karma llegará para hacerla pagar por esto —Comenta tranquilamente y una sonrisa comienza a formarse en sus labios. No le doy una respuesta, solo me dedicó a asentir.
Mientras estaba observando pude notar a alguien que llamó mi atención. Una chica. Vestía un vestido rojo, abajo de esté usaba una delgada playera blanca de manga larga y terminaba con unas cortas botas negras. Tenía su oscuro cabello suelto y lacio, estaba maquillada de manera natural y usaba lentes. Se veía tan bonita e ingenua, justo cómo me gustan.
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Amores Prohibidos
Teen Fiction¿Qué pasaría si te enamoras del jefe de una mafia? Amor • Lujuria • Traición El amor es para todos, no importa la forma en la que giren los retorcidos y diferentes mundos del otro. Evelyn jamás se arrepentirá de conocer a Diego, el amor de su vida...