28. Rey de la destrucción

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Evelyn Zamora.

Miércoles.

Una fiesta llena de mafiosos. Debe ser interesante conocer sus pequeños mundos ilegales. Diego llegó a mencionar que ha hecho negocios con la mayoría de ellos.

—¡Evelyn, estás tardando demasiado! ¡Queremos verte! —Denisse exclamó ansiosa. Se encontraba en la habitación junto a su hermano.

Se me escapó una risa genuina.

Puedo imaginar lo estresados que se encuentran. Hace tres semanas descubrí que el tiempo los pone de mal humor. Odian la impuntualidad, así como, esperar más de cinco minutos.

Me detuve frente al espejo para darme una última mirada. El vestido estaba precioso y hacía resaltar mis curvas. La espera de los gemelos terminó.

—¡Evelyn, te ves preciosa! —Denisse rompió el silencio. Una enorme sonrisa adornaba sus labios.

Diego estaba fascinado. Podía ver cómo su mirada brillaba con intensidad.

—¿Puedes modelarme? —Era una orden disfrazada de petición. Sonriente, comencé a hacerlo.

Me encanta la sensación que me causa con su lujuria.

—¡Te ves divina, mi amor!

Me senté en sus piernas. Pensé que el vestido se rompería, pero lo olvidé cuando sus manos viajaron a mi cintura y me pegaron a su cuerpo.

Denisse se puso de pie y se recargo en el marco de la puerta.

—Gracias por tomarme en cuenta. Un vestido con escote en la espalda.

Mordió mi cuello; haciéndome jadear. Llevó sus manos a mis muslos y comenzó a acariciarlos. Los dos deseábamos lo mismo. Enterré suavemente mis uñas en sus muñecas, eso causó que se le escapara una risa.

—Cielo, tu hermana se encuentra en la misma habitación.

—No te preocupes. Llegué a escucharlo gemir en las noches; cuando fantaseaba con su mujer —se le escapó una risa—. También los he escuchado en su momento. —Diego la fulminó con la mirada—. Ustedes no conocen la maldita discreción.

—Preciosa, después hablaremos de cómo te quitaré ese vestido —Murmuró. Escondió su cara en mi cuello y su respiración me hizo cosquillas.

Más tarde.

Los invitados vestían elegantemente. Se saludaban con alegría, tomaban una copa y se dedicaban a hablar con entusiasmo. Los negocios deben funcionar de maravilla.

Diego se acercó. Fingía alegría, pero su cara de fastidio hablaba por él.

—¿Bonita, me acompañas? —Murmuró. Tomó mi mano y dejó un beso en los nudillos—. Quieren conocer a mi mujer.

Caminamos hasta encontrarnos con un grupo de hombres; eran jóvenes, pero también mayores. Todos estaban acompañados por hermosas mujeres.

—Me encantaría presentarles a Evelyn. Ella es la mujer con la que pienso compartir mi vida.

Saludaron con un gesto cordial, pero no se molestaron en estrechar mi mano. Tardé unos segundos en entender que mi novio les prohibió que me tocaran.

—¿Permites el contacto? —Un hombre castaño cuestionó. Tenía la mirada fija en nuestras manos entrelazadas.

—¿Tú no? —Suspiró pesadamente—. Evelyn es mi mujer, así que, puedo tomar su mano cuando se me antoje.

El hombre de la primera vez se acercó peligrosamente. Diego se mantuvo firme en su posición, solo lo recorrió con la mirada, cómo si le pareciera patético.

Amores ProhibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora