31. Traición y libertad

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Diego Ferreira.

Sábado.

Nunca estaremos preparados para vivir una traición; cuando menos lo esperamos llegará para destruirnos. Lo peor es que siempre vendrá de la persona en la que más confiamos.

Nadie habla de lo complicado que es enfrentarse a una situación así. Todos piensan que es sencillo, pero llega un momento donde duele y lo único que haces es preguntarte porque esa persona te ha fallado.

Todos perdonan, pero yo no.

Bajé las escaleras. Caminé hasta llegar al salón y me senté en uno de los sillones. Hace unos minutos llegaron los padres de Daniel; se ven deprimidos y visten de negro. Evelyn los acompaña, mientras beben una taza de café.

—Hola Diego —Catalina saludó e hice un gesto para devolver el saludo. Tenía la voz quebrada y su mirada estaba vacía—. Te tenemos una mala noticia.

—¿Qué pasa?

Me recargue en el respaldo del sillón y crucé los brazos. Ramsés tomó una bocanada de aire y decidió hablar:

—Hace unas horas encontramos el auto de mi hijo; lo chocaron. —Silencio. Se puso de pie y comenzó a caminar en el salón—. Daniel falleció. El accidente no tuvo nada que ver con su muerte.

Tensé la mandíbula.

—Ahora entiendo —murmuré—. Desde hace días lo estuve llamando, pero nunca contestó. Solo pensé que estaba ocupado o que tenía un mal día.

Levanté la mirada. Me concentré en el sentimiento de tristeza que me acompañaba. Era amargo y desagradable. Pensé que no dolería, pero me he equivocado. Él siempre será mi amigo; el mejor y más traicionero que he conocido. Lo adoraba, pero no debió romper nuestra amistad.

Evelyn me recorre con la mirada; tiene el entrecejo fruncido y sus brazos están cruzados. Nunca se le ha escapado ningún detalle y sé que está ocasión no será la excepción.

She knows.

—Me siento culpable —comenté, fingía una voz asustada y débil. Unas lágrimas comenzaron a caer—. Daniel me acompañaba en algunos asuntos de la mafia. ¿Y si alguien intentaba lastimarme a través de él? —Sollocé—. ¡Nunca me lo perdonaré!

Si no levanto sospechas me escaparé de un interrogatorio. Ellos nunca descubrirán la verdad. Me encargaré de mantener sus mentes ocupadas.

—No ha sido tu culpa. —Una mano daba palmadas en mi hombro. Ramsés intentaba animarme—. Daniel era muy discreto cuando estaba contigo. Sabemos que te importaba demasiado y que nunca podrías lastimarlo.

Después de unos minutos se despidieron y se retiraron. Solo nos visitaban para informarnos lo que ha ocurrido esta mañana. Me sentía tranquilo; mi maravillosa actuación ha funcionado mejor de lo que pensaba.

Evelyn mantiene la mirada gélida, pero no menciona ninguna palabra. Se sentó sobre mis piernas y con uno de sus brazos rodea mi cuello. Comencé a besarla y la pegué a mi cuerpo. Evelyn se encarga de desabotonar mi camisa.

Me separé. Me sentía observado.

—¿Cielo? —Evelyn murmura, se ha inquietado por mi comportamiento.

Muevo la cabeza, intentando señalar a la niña que se encuentra sentada en el sillón y se dedica a mirarnos fijamente. Ella se sorprende, pero no menciona ninguna palabra.

—Solecito...

—¡Sucios!

Se me escapó una carcajada. Deseaba mantener el semblante serio, pero me resultó inevitable. La situación puede conmigo. Me siento como un niño al que descubrieron haciendo una travesura.

Amores ProhibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora