Diego Ferreira.
Todo se fue al carajo.
Me molestó ver a mi mujer en los brazos de otro hombre. Él limpiaba sus lágrimas y la abrazaba con calidez para sanar el dolor que me causaron. Uno de mis miedos se volvía realidad. ¿Cuánto tiempo seguiré huyendo de lo que siento? ¿Cuándo tendré el valor de enfrentarme a lo que tanto me aterra?
Hace mucho que no tenía la necesidad de asesinar a una persona, todo había sido por los asuntos de las drogas, pero esta vez era muy personal
Evelyn no tenía la culpa, ella solo confío en mí palabra y se ilusionó. Siempre he sido yo. No sé cumplir mis promesas o entregarme ciegamente al amor. Eso se debe a que no confío en las personas y al hacerlo espero el momento en que me traicionen. Las personas te dejan caer cuando consiguen lo que quieren.
La decepción en su mirada me estaba atormentando, mi niña estaba mal y era urgente solucionar el problema. El abuelo me despreciaba más que nunca y me jodía demasiado. Fue difícil evitar una masacre por culpa de mis celos.
Daniel la llevó de regresó a casa, pensé que la vería hasta el día siguiente. Mi hermana se encargó de escucharla y consolar su dolor. Calculé el tiempo en el que se quedaría dormida, así iría por ella para acostarla en nuestra cama.
—Vengo por mi mujer.
—Diego, déjala que duerma aquí. No va a pasarle nada.
—Eres la persona menos indicada para decirme eso —una risa irónica salió de sus labios y se cruzó de brazos—. Va a dormir en nuestra habitación, mañana tenemos que hablar.
—Necesita su espacio. No se encuentra bien emocionalmente y eso puede afectarle aún más.
No me molesté en responder, resoplé y caminé hacía la puerta.
—Así cómo estás aferrado a fastidiarle la existencia deberías preocuparte su bienestar y el de tu hija. Diego, no puedes ser tan egoísta. Ellas no tienen la culpa de tus traumas.
—Tú no sabes nada, cállate.
—Sé mucho más de lo que debería.
Denisse es mi hermana, mi versión en femenino, obviamente sabía.
Estuve a punto de girarme, pero estaba cansado y terminaría perdiendo. Últimamente sabe cómo dejarme con la boca cerrada, tiene talento.
Me dirigí a mi habitación, cerré la puerta con mi pie y me acerqué a la cama para acostarla. Pensé en cambiarla de ropa para que estuviera cómoda, pero no quería que ella despierte. La cobije y dejé un beso en su frente. Me acosté en el sillón para quedarme dormido en cuestión de segundos.
Evelyn Zamora.
A la mañana siguiente.
Desperté. Los rayos del sol entraban por la ventana, era un fastidio. ¿Qué les costaba cerrar las cortinas? Me dolía la cabeza, sentía que me explotaría.
Al echar una ojeada pude ver qué no me encontraba en la habitación donde me quedé dormida. Logré ubicarme con facilidad, después de todo, no era complicado. El dueño es un amargado que no conoce los colores y mucho menos tiene gusto por la decoración.
Cuando pude abrir los ojos lo encontré en el sillón, cruzado de brazos y moviendo la pierna con ansiedad. Mientras dormía me estuvo observando, cómo el maldito psicópata que era. Él siempre tenía una mirada neutra, pero esta vez pude ver lo que quería expresar: estaba molesto.
—¡Vaya! ¡Hasta que la princesa se dignó a despertar! —Comentó de mala manera y soltó una risa llena de ironía—. Pensé que nunca lo harías, ya estaba considerando tomar otras medidas.
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Amores Prohibidos
Teen Fiction¿Qué pasaría si te enamoras del jefe de una mafia? Amor • Lujuria • Traición El amor es para todos, no importa la forma en la que giren los retorcidos y diferentes mundos del otro. Evelyn jamás se arrepentirá de conocer a Diego, el amor de su vida...