18. Un lindo monstruo

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Evelyn Zamora.

Hace unas horas estaba sorprendida de verlo en la casa, pero eso terminó por convertirse en molestia. Me dejó claro que no sabe seguir una simple indicación. ¿Por qué lo haría? Él está acostumbrado a hacer lo que se le pegué la gana.

¿Cómo sabía en dónde me encontraba? Fue lo primero que pude pensar después de treinta minutos. Me lo preguntaba cada momento. Cuando tuve una respuesta, me quedó claro y tenía sentido. Se metió a la red para hackearme y sacar la información que necesitaba. Diego no se complicaría la vida para investigar algo tan sencillo como eso.

Mi corazón se había acelerado al verlo después de tres meses, pero todo se esfumó de inmediato y el dolor regresó. ¿Por qué emocionarme por alguien que jamás sentirá lo mismo que yo?

Me destruyó la forma en la que confirmó que Marisol es un error para él. Siempre esperé una reacción diferente, pero sé que eso nunca pasará. Diego puede amar a su hija, pero eso no arregla la forma en la se expresó. Esto fue suficiente para que dejara de sentirme mal por lo que hice. Todo está bien.

Cuando salieron del lugar, el incómodo silencio se formó y comencé a sentir la presión en el pecho. Tenemos muchas cosas por hablar, pero mi mente está en un viaje. Solo quiero que las cosas entre nosotros no terminen mal cómo en las ocasiones pasadas. Sé que mi pequeño mundo no soportará la presión y se terminará derrumbando, no es la primera vez que eso pasa.

—No esperaba este cambio –comenta para romper el silencio. Me dedico a observarlo—. Te ves preciosa.

Tú me hiciste cambiar —Quise decirle.

—Gracias —Respondo amargamente. Él continúa mirándome y quiero que esto terminé.

No estaba preparada para verlo y menos de una forma tan inesperada.

—Evelyn...

—Te pedí que no me buscarás, pero te lo pasaste por los huevos —reclamé furiosa y crucé los brazos—. Me molesta que no sepas seguir una simple indicación. No importa que pertenezcas a una de las mafias más grandes, el mundo no gira a tu alrededor. —El recuerdo de aquellas palabras me quema, pero él también debe escucharlas—. Si querías ver a la niña, solo tenías que escribirme y nos pondríamos de acuerdo. No era necesario que viajaras.

—No es solo por ella, también es por ti —responde tranquilamente. Se quedó en silencio por unos segundos—. Quiero hacer bien la cosas contigo, así como debí hacerlas hace tres años. Bonita, te necesito a mi lado cómo mi mujer —deja salir un pesado suspiro—. Sé que no he sido lo que tú quieres, pero créeme, estar sin ti es un maldito infierno. No soporto la idea de tenerte lejos, mucho menos verte en los brazos de alguien más.

Mi débil corazón tenía la esperanza de que hablará enserio y estuviera dispuesto a intentarlo de nuevo. Tal vez podríamos ser lo que siempre quisimos. Mi mente estaba cansada, sabía que él estaba mintiendo y que al final todo terminaría mal.

Cuando discutíamos terminaba por decir que era culpa de mi ingenuidad. Gracias a eso dejé de expresarme cómo solía hacerlo y deseaba dejar de ser tan ingenua. Resolvería las cosas. Un día entendí que ese no era el problema, si no, la forma en la que solía verme o cómo se expresaba sobre eso.

—Hacer las cosas bien —repetí incrédula—. Pensé que todo esto fue para pasar el rato y satisfacer tus necesidades. Me lo dejaste claro y no lo hiciste de la mejor forma. Te encargaste de que tus palabras destruyeran cada parte de mí. ¿Por qué ahora quieres que funcione?

Diego está en silencio, probablemente está recordando las crueles palabras que me dijo aquel día y en el fondo odia que recuerde lo que pasó hace semanas. ¿Cómo las olvidó? Muchas noches no pude dormir por el dolor que sentía en el pecho, no respiraba correctamente y mi cuerpo temblaba.

Amores ProhibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora