¿Sabes esa sensación rara en el cuerpo que surge cuando conoces a alguien muy rápido y luego se rompe el contacto, y al cabo de un tiempo, te enteras que ha muerto? ¿O algo terrible le ha ocurrido? Imagina esa misma sensación pero, además de que algo terrible le ha acontecido, también descubres que era un estafador o un psicópata, o un asesino.
Se te rompe el corazón a la vez que se te enferma el estómago.
Eso fue lo que sentí cuando el lunes, ya pasada Nochebuena, después de esperar durante dos días que Eskander Roman regresara, mientras comía en la sala, descubrí gracias a las noticias que habían detenido al niño sicario.
Se me bajó el corazón a las tripas y todas mis emociones se revolvieron.
El niño sicario se había vuelto el criminal más buscado no solo en Inglaterra, sino en Europa. Hacía cinco años, el Primer Ministro publicó una lista de los últimos asesinatos registrados y afirmó que se trataba de un clan de sicarios que operaban en Bristol y zonas cercanas. Con la poca evidencia que se logró recabar a base de cámaras de seguridad y testimonios, la policía descubrió que se trataba de un grupo de cinco hombres, pero el menor de ellos era un niño de once años.
Las únicas imágenes filtradas de aquel niño databan de hacía cinco años, más o menos, cuando entró en un centro comercial con un rifle. Las cámaras de seguridad pudieron grabarlo en ciertas esquinas, con su rostro cubierto parcialmente, pero no se le encontró.
Recordaba haber visto esa lista en las noticias, igual que se publicó en montones de periódicos. En ese momento, incluía veintiséis crímenes, pero en cuanto lo interrogaran, la reescribirían, supuse.
Lo que no esperé fue ver, en la pantalla de mi televisor, a la policía escoltar al adolescente que había estado viviendo conmigo. Decenas y decenas de periodistas se agolparon en la comisaría y en el Juzgado; flashes de cámara y torrentes de preguntas lo bombardearon conforme lo arrastraban al interior. Aun con su rostro medio cubierto, reconocí sus ojos vacíos, entornados, y el cabello revuelto.
Era Eskander.
No cabía duda.
—"Esta mañana, a las nueve y catorce, ha sido detenido el niño sicario de Bristol. La policía frustró su intento de provocar un atentado en el metro de Londres y ahora se encuentra en la estación central, bajo custodia."
Cuando caí en cuenta de que había estado durmiendo en la misma casa que un asesino a sueldo, me recorrió un escalofrío. Había tenido esa sensación de que era peligroso desde la primera vez que lo vi, pero no creí que fuera capaz de hacerle daño a nadie.
En cuanto Felicity llegó a casa esa noche y me encontró en la cocina, me pidió que cambiara las cerraduras o se mudaría.
—Estuvo aquí un asesino.
—Es un niño.
—Un sicario. El más buscado, Anne.
Yo tampoco podía concebirlo. La idea no terminaba de asentarse en mi cabeza.
Todos los días salía algún informe nuevo sobre él: se le acusó de veintidós homicidios, diecinueve secuestros, cargos por privación de la libertad, tráfico de drogas, terrorismo y posesión ilícita de armas, pero no volvieron a filtrarse imágenes del muchacho.
En cuestión de semanas, el caso se había vuelto tan mediático que reforzaron la seguridad del Juzgado para que ningún periodista se introdujera a tomar fotos. No se concedieron entrevistas ni dieron más información, ni tampoco explicaron por qué.
Y un día cualquiera, el director general de la NCA anunció frente a una sala de prensa que el niño sicario estaría recluido en un correccional hasta que cumpliera la mayoría de edad, cuando se le juzgaría. Siguió una oleada de protestas entre los defensores que alegaban que era solo un niño y debía de haber sido coaccionado, los que protestaban que el país era responsable de la delincuencia juvenil y los que exigían que se le juzgase como adulto. Esto obligó al primer ministro a lanzar un comunicado para tranquilizar al país. Prometía que la red de sicarios de Bristol había sido desmantelada y que el líder, siendo el niño sicario, estaba preso y que trabajarían por fomentar la educación en el país.
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𝐆𝐚𝐛𝐫𝐢𝐞𝐥 #2
RomanceÉl vivía atormentado. Ella deseaba rescatarlo. ************************ Toda la vida de Anne Weathon se resume a ayudar a los más necesitados. En los orfanatos y albergues, se siente en casa. Pero un día se encuentra un niño en el metro que pertenec...